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Kamo-no- Chomei


Biografía sobre Mishima

Kenji Miyazawa

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VENCER LA LLUVIA


por  KENJI MIYAZAWA 


                       TRADUCCIÓN DEL JAPONÉS POR EL PROF. JUAN AGUSTÍN ONÍS CONDE



Sin dejarme vencer por la lluvia 
Sin dejarme vencer por el viento 
Sin dejarme vencer por la nieve o por el calor de verano
 Un cuerpo fuerte 
Libre de toda avaricia 
Jamás irascible 
Siempre sonriendo serenamente 
Cada día cuatro pozuelos de arroz integral 
Sopa Miso y unos pocos vegetales 
En todo 
Excluyendo una consideración personal 
Observando correctamente, a modo de poder comprender 
Nunca olvidando
En una pequeña choza de techo de paja 
En un campo a las sombra de algunos pinos estar 
Si al este se encuentra un niño enfermo 
Dirigirme allí para cuidarlo 
Si al oeste una madre se halla cansada 
Dirigirme allí para cargar sus fajos de arroz 
Si al sur alguien se encuentra en su lecho de muerte 
Dirigirme allí para pronunciar que “No debe de cederse al temor” 
Si al norte existen disputas y embargos 
Dirigirme allí para informarles que aquello carece de real importancia 
Frente a la dura sequía, humedecer los ojos 
Frente a un verano poco generoso, caminar laborioso 
Todo el mundo me llamará soñador 
Sin ser admirado 
Sin ser dolido
Esta es la clase de persona 
Que yo quiero ser.

1 Namumuhengyoubosatsu Namujougyoubosatsu Namutahounyorai Namumyouhourengekyou
Namushakamunibutsu Namujougyoubosatsu Namuanryugyoubosatsu

1 En el manuscrito original (una libreta encontrada en su lecho de muerte) luego del poema se encuentra el Sutra del loto de la escuela Nichiren. Una mañana de Septiembre de 1933, luego de escribir este poema Kenji Miyazawa, entra al nirvana.

Más Haruki

Más Oé

Tamiki Hara

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Breve biografía del autor:

Tamiki Hara nació en Hiroshima en noviembre de 1905. Hijo de una familia numerosa, de posición acomodada, se interesó desde muy joven por las letras. Se licenció en Literatura Inglesa en la prestigiosa Universidad de Keio, donde empezó a escribir poesía, muy influenciado por autores como Sasei Murou y Paul Verlaine.

De personalidad sensible y tímida, aunque dado al dandismo y a frecuentar casas de prostitutas, se comprometió políticamente con los movimientos de izquierda. Abandonaría toda militancia política a principios de los años treinta, tras dar en varias ocasiones con sus huesos en la cárcel. Se casó en 1933, un año después de una tentativa fallida de suicidio.

Consagrado a escribir poesía y nouvelles, se trasladó a Funabashi para dar clases de inglés. Su mujer murió de tuberculosis en 1944, tras un largo período de enfermedad. Un año más tarde decidió volver a Hiroshima, justo para vivir en primera persona la explosión de la bomba atómica en casa de sus padres, y sobrevivir a ella. Flores de verano (Natsu no Hana), su obra más conocida, galardonada con el Premio Takitaro Minakami, fue escrita en el mes de agosto de 1946, pero no fue publicada hasta junio de 1947. Tamiki Hara cerraría su famoso ciclo dedicado a la bomba de Hiroshima con De las ruinas (Haykyou Kara, 1947) y Preludio a la aniquilación (Kaimetsu no joukyou, 1949).

Tamiki Hara escribió gran cantidad de poemas sobre el mismo tema, por los que se hizo tremendamente célebre en Japón. Su obra final, El país que mi corazón desea (Shingan no Kuni, 1951), puede considerarse su testamento literario, así como su nota de suicidio. Era el 13 de marzo de 1951, diez meses después del inicio de la guerra de Corea. Sus amigos sufragaron la construcción de un monumento junto al lugar donde se alzaba originariamente la ciudadela de Hiroshima, pero pronto el memorial tuvo que ser trasladado de sitio, puesto que la gente se dedicaba a jugar al tiro al blanco con él, lo que hizo que resultara dañado en varias ocasiones.

Actualmente se encuentra junto al genbaku Dom, la cúpula conmemorativa del lanzamiento de la primera bomba atómica.

 De las Ruinas (fragmento)  : http://www.mediafire.com/view/?bvz79oz1wswgfor


                                     Booktrailer de Flores de verano publicado por ed. Impedimenta

Relatos de Kawabata

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Nikki

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                                       Fragmentos de Diarios de damas de la corte Heian – 
                                                        Murasaki Shikibu y Izumi Shikibu


                                         http://www.mediafire.com/view/?n6h8d5ywtarafi2

                 
                  "Kagero Nikki- primera novela autobiográfica japonesa" por Kazuya Sakai 

                                           http://www.mediafire.com/view/?fkola5a26ahtv72

Más Kobo Abe

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Idéntico al ser humano (1967)




  El hombre caja (1973)- fragmento



Dos cuentos: "El dictador" y "El diablo"



versiones en inglés
     The woman in the dunes(La mujer de la arena) (1962)


                                           http://www.mediafire.com/view/?802n7382iijmqz4


                                               
                            trailer "Suna no onna" (Woman in the Dunes). Hiroshi Teshigahara's film(1964)


                                 The Art Sakura (1984)



"Kobo Abe y la narrativa de posguerra"
por Guillermo Quartucci
http://www.mediafire.com/view/?5fdrpo7qt4pbfmh

"El misterio de lo cotidiano.Una lectura del cuento "El misionero" de Kobo Abe"
por Roselin Barrios-Pedro Varguillas

"Kobo Abe: claves en torno al  sujeto y la crisis de identidad"
por Gregory Zambrano 

Felicidades

Más Soseki

Revista Actual-especial cultura japonesa

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                                          http://www.mediafire.com/view/?z3q1v71i3bvkj5q
SUMARIO

EL ARTE EN LA TRADICIÓN JAPONESA
13 “Lo erótico” y la imagen de la mujer en el Japón moderno-Amaury A. García Rodríguez
27 Fundamentos del jardín japonés- Ignacio Aristimuño
49 Rastros de historia japonesa en la danza de la oscuridad-Betsy Forero Montoya

LAS LETRAS: DE LA TRADICIÓN A LA MODERNIDAD
61 La literatura clásica japonesa: espejo del alma de su pueblo- Masateru Ito
77 Paseo en siete estaciones por la literatura japonesa-Ednodio Quintero
93 Huellas de la vida del novelista y sus fricciones con la sociedad: El caso de Toson Shimazaki Noriaki Takabayashi Iwasaki
109 Soseki y Cortázar: profesores de literatura inglesa: La influencia de Keats y del arte del fin del siglo- Yoko Imai

Poemas de
125 Kazuko Shiraishi
129 Yutaka Hosono

Cuentos de
133 Ryunosuke Akutagawa,- “El mago”
138 Yasunari Kawabata,- “Huesos de dios”
141 Yukio Mishima,-“No confieses”
145 Shinichi Hoshi,- “Bokko-chan”

CULTURA Y SOCIEDAD EN JAPÓN
149 Entre nuevas imágenes y viejas percepciones: la formación del imaginario atómico-Silvia Lidia González
165 Energía Renovable y Sociedad Civil en Japón-Emma Mendoza Martínez

TESTIMONIO
179 Semanas Culturales:Diplomacia de los pueblos-María Gabriela Mata Carnevali

ARTISTA INVITADA:
191 Takako Kodani-Semblanza, obra gráfica.

CATALEJO
195 Junichiro Tanizaki: del mundo flotante a la realidad disonante- Gregory Zambrano


Japón por escrito

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Por Anna-Kazumi Stahl 


Una estadística reciente me alarmó: un 60% de la literatura japonesa que se lee en castellano es obra de dos autores, Yasunari Kawabata y Haruki Murakami. Como confío en los libreros ante este tipo de preocupaciones, fue a ellos a quienes recurrí. Al preguntarles qué más había de literatura japonesa, recibí la temida confirmación de un mercado eclipsado por pocos gigantes, pero también verifiqué que hay otros títulos. Esta nota busca retransmitir estos datos como apuntes (acaso sean invitaciones) sobre una literatura japonesa menos conocida en castellano, que está a mano pero que hemos perdido de vista.
Por supuesto que se accede a más de dos autores japoneses en lengua española. De hecho, más de un argentino ha contribuido a difundir voces niponas de todas las épocas: desde El libro de la almohada , del siglo XI (traducido por la argentina Amalia Sato y publicado por Adriana Hidalgo en 2001), y el precioso Libro de haiku . que produjo el profesor, también argentino, Alberto Silva (edición bilingüe, Bajo la Luna, 2005), hasta una selección amplia de escritores modernos, como Mori Ogai, Ryunosuke Akutagawa, Natsume Soseki, Junichiro Tanizaki, Osamu Dazai, Yukio Mishima y Kenzaburo Oe, además de los más actuales, como la popular Banana Yoshimoto y una autora experimental, Minae Mizumura.
Sin embargo, se trata de la punta del iceberg. Intentaré agrandar aquella lista, demasiado corta, de lecturas japonesas disponibles en español.
A veces las traducciones más accesibles traen a la vista nombres y títulos por explorar. Por ejemplo, en el best seller de Haruki Murakami Tokio Blues (1987, en español 2005), el protagonista vive a contracorriente de sus pares: va a la universidad con menos vocación académica que ganas de independizarse y no logra sintonía alguna con el ya masivo movimiento antiestablishment de los estudiantes en la década del 60 en Japón. Toru observa con los brazos cruzados mientras los demás manifiestan su descontento, ocupan la facultad y citan a Marx y a Kazumi Takahashi. El guiño, con un mensaje que se da por sobreentendido, tiene que resultar curioso para el lector forastero. ¿Existió un Kazumi Takahashi -uno podría preguntarse- o es pura ficción? (Haruki Murakami sería capaz...) Pero no se trata de un truco. Aunque no lo encontraremos en castellano, ni en inglés, francés o alemán, Kazumi Takahashi (1925-1971) existió, fue un novelista de culto y un joven profesor que desde su cátedra apoyó a los manifestantes. Aunque falleció temprano, su producción fue prodigiosa y audaz, de un lenguaje tan complejo y exigente que no habrá parecido emprendimiento prometedor para los traductores. Takahashi cultivó una ficción metafísica que lindaba con lo fantástico a la vez que militaba por la responsabilidad político-social de los artistas e intelectuales. Quizá como un Thomas Pynchon politizado, o una mezcla de Sartre y Aldous Huxley en clave japonesa. Su mayor novela, Hi no utsuwa de 1962 (Crisol de tristezas) disecciona la caída en desgracia de un rector de universidad egocéntrico. Otros escritos suyos sondean la cultura del suicidio en Japón. Yutsu naru Toha (Una facción melancólica), de 1965, y Jashumon (La fe herética), de 1966, reflejan el Zeitgeist de duda cáustica y de un escepticismo casi existencialista. Quizá se pueda decir que el impasible Toru de Murakami nos ha dejado una asignatura pendiente.
Hay otros guiños suyos sobre un terreno literario japonés que perdemos por límites lingüísticos. El protagonista de Kafka en la orilla lee a Soseki y Akinari Ueda. Soseki fue de los primeros en cimentar el lenguaje nuevo en la novela japonesa moderna. Akinari Ueda, dos siglos antes que Akutagawa y casi tres antes que el mismísimo Murakami, ya innovaba con elementos fantásticos. Y si no fuera por sus riñas con el establishment literario japonés (por lo menos, hasta publicar Crónica del pájaro que da cuerda al mundo ,1995; en español, 2001), jamás podríamos haber sabido de la existencia de una autora: Takako Takahashi, la viuda de Kazumi Takahashi.
Ella marcó un hito en la escritura femenina de la posguerra: si bien acompañó al marido en espíritu, y dejó todo para estar a su lado cuando se enfermó, quiso vivir sola, manteniendo más de un empleo y resistiendo críticas sociales. Como una versión japonesa de la escritora desafiada en el ensayo de Virginia Woolf, ella necesitaba su cuarto propio para desplegar su imaginación. De los cuentos y novelas que produjo, sólo ha sido traducido un delgado volumen en Occidente (la profesora Maryellan Toman Mori hizo una versión en inglés de Mujer solitaria en 2004, 30 años después del original). Takahashi fue una mujer singular. Durante los años 80 exploró el catolicismo y estuvo a punto de tomar los votos de los carmelitas. Tal vez en parte sea por ella que nos llega hoy la producción de las narradoras jóvenes, una literatura audaz y transgresora del Japón actual.
Antes de eso, sin embargo, queda bastante de lo "menos conocido" por explorar, y quizás ayude un esquema cronológico para hacer la travesía.

Período antiguo
Últimamente, uno disfruta de reediciones en castellano de obras maestras como La historia de Genji (Atalanta 2005) y Heike monogatari (Del Nuevo Extremo, 2009). Además de este tipo de novelas antiguas, aquella época también produjo un género singularmente japonés pero que resuena con la narrativa posmoderna actual. Se trata del zuihistu o lo que se escribe "al correr del pincel" para transmitir lo vivido en el momento con una espontaneidad fluida y una mezcla de formas, desde listas hasta poemas.
El libro de la almohada dio inicio al género. Para los interesados en la escritura femenina: Sueños y ensoñaciones de una dama de Heian (Atalanta) y Diarios de damas de la corte Heian (Destino). El género del diario o de zuihitsu no es exclusivo de las mujeres; también hay obras magistrales como Tsurezuregusa: ocurrencias de un ocioso ,escrito en 1330 por Kenko Yoshida (Hiperión, 1996) y Hojoki, canto a la vida desde una choza , de Kamo-no-Chomei, un aristócrata del siglo XIII que se hizo monje (Emecé, 2009, traducido por Masateru Ito, con prólogo de María Kodama).
Del creador de la ópera clásica japonesa noh , que se remonta al siglo XIV, quedan varios escritos, todos exquisitos. Zeami Motokiyo (1364-1444) formuló los criterios para actores de su época, y explica la estética del noh en Fushikaden: tratado sobre la práctica del teatro Noh (Trotta, 1999). Zeami lo escribió en el siglo XV para el shõgun .
Estos conocimientos pasaban de maestro a discípulos, de generación en generación, en un círculo cerrado y, de esa manera, protegido. Tanto es así que 200 años más tarde se decidió publicar otros de los tratados de Zeami. Y en 1909 salió a la luz un conjunto de enseñanzas verdaderamente secretas, transmitidas con compromiso de no difundirlas fuera del círculo de actores noh ; luego de décadas invertidas en comprobar su autenticidad, estos últimos secretos de Zeami fueron publicados en 1960.
Aquella primera publicación, Fushikaden , está disponible en español y, más allá de lo específicamente actoral, se presta a una reflexión más amplia, tal como El libro de té y otros tratados sobre prácticas culturales ,que se basa, en parte, en la espiritualidad japonesa. La edición española contiene además cuatro piezas teatrales traducidas, seleccionadas para testimoniar la diversidad del repertorio noh. Es un repertorio fijo desde el siglo XV, pero más de un autor moderno ha producido versiones actualizadas u obras originales en estilo noh , entre ellos Yukio Mishima. Él reinterpretó el drama Dojoji , cuya versión original habría revisado el propio Zeami.

Período premoderno (feudal)
Desde el siglo XVII hasta casi el siglo XX, Japón pasó por un período de aislamiento, que concentró las prácticas culturales. El país se mantenía cerrado al exterior e incluso las migraciones interiores se limitaban. Dos fenómenos literarios se destacan: la forma haiku, emblemática de la literatura japonesa, y la literatura (además de la pintura) de ukiyo-e , o "el mundo flotante".
El poeta máximo de haikus, Matsuo Basho (1644-1694), aprovechó la costumbre de peregrinajes permitidos a los monjes y otros devotos; hizo varios viajes a pie de Edo (hoy Tokio) al interior del país. El resultado literario de aquellas excursiones se condensa en un género específico, el haibun . Mucho más que una crónica de viaje, es una mezcla de prosa con haiku. De los cinco libros haibun que produjo Basho sobre sus peregrinajes, sólo uno ha sido traducido al castellano. De hecho hay varias versiones, pero una cuenta con una colaboración de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya: Sendas de Oku (Seix Barral, 1981). Los otros cuatro fueron traducidos al inglés, como también el diario personal de Basho, Saga Nikki .
Quizá se pueda permitir aquí un pequeño chisme: en Sendas de Oku uno advierte que Basho fue acompañado por un discípulo, el poeta Sora Kawai (1649-1710). El diario del viaje de Sora sólo se publicó a mediados del siglo XX y produjo un efecto desmitificador al revelar el "detrás de bastidores" de la cotidianidad del maestro. Por primera vez entonces, casi 300 años más tarde, uno se hace a la idea de que el poeta no sólo creó sus versos sino también, de alguna manera, a sí mismo como figura de la fama pública.
El "mundo flotante" de este período podría tomarse como la contracara de la austeridad severa del "camino del guerrero" (el estilo de vida abnegado y disciplinado del samurái). En los siglos XVII y XVIII florecen aquellos ambientes de entretenimientos fugaces, las casas de geishas , una nueva forma teatral que toma como objeto no sólo la vida de los jerárquicos sino también las vivencias de los plebeyos. En la narrativa, tenemos los cuentos fantásticos del ya mencionado Akinari Ueda ( Cuentos de la lluvia y de la luna , publicado en México, 1968, y en España, 2002). El mismo autor produjo otra colección, Cuentos de lluvia primaveral , que queda sin traducir, además de otros escritos que retratan de modo costumbrista el mundo flotante, como Personajes de mujeres mundanas y Apuntes .
Quien inicia la prosa ukiyo-zoshi (narrativa del mundo flotante) es Ihara Saikaku (1642-1693), cuya escritura ácida, indiscreta y reveladora explora las vicisitudes de la vida erótica, indagando en transgresiones entre las clases y entre personas del mismo sexo. Una de sus colecciones fue publicada en la Argentina: El gran espejo de amor entre los hombres (Interzona, 2003). Hay dos versiones españolas de su primer libro: Hombre lascivo y sin linaje , traducido por Antonio Cabezas García (Hiperión, 1982), y Amores de un vividor ,en la traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo (Alfaguara, 2003). También se consiguen Cinco amantes apasionadas (Hiperión, 1992) e Historias de amor entre samuráis (Laertes, 1985).
Del mismo período se destaca la gran fuerza innovadora del dramaturgo Chikamatsu Monzaemon (1653-1725) ("el Shakespeare de Japón"), de cuya vasta obra -110 obras de teatro para marionetas, bunraku , y 30 para teatro kabuki- sólo una pieza se encuentra traducida al castellano: Los amantes suicidas de Amijima (1703, publicado por Trotta en 2001). En inglés, se consiguen quince más.

El período Meiji
A partir de 1868, Japón vive un vertiginoso proceso de modernización y llega lo que algunos califican como una inundación de información desde el extranjero, sobre todo desde Occidente. Eso ocasiona una brusca ruptura del aislamiento. Los escritores se vuelcan a hacer pruebas con las corrientes de narrativa europea que llegan: el naturalismo y, especialmente, la novela psicológica o "literatura del yo".
De esta etapa iniciática, una narrativa moderna con énfasis en la interioridad y la evolución del personaje, tenemos muchos representantes traducidos, aunque lo producido por mujeres llegó más al inglés y francés que al castellano. Aun así, hay notorios ejemplos para destacar: de Chiyo Uno (1897-1996) se pueden leer Confesiones de amor (1935, publicado por Mondadori en 1991) e Historia de una mujer soltera (que escribió de grande, en 1972, y que editó Lumen en 1996).
El caso más incomprensible de una autora de esa generación que faltó traducir al castellano es el de Fumiko Hayashi. De sus 25 novelas, más de 20 libros de cuentos, fábulas juveniles y poesía, sólo un cuento se encuentra disponible en castellano. "Barrios bajos" salió en 1957 en Sur (N° 249), traducido por Miguel Alfredo Olivera. Después, en 1976, fue traducido por Oscar Montes para una revista mexicana, Estudios de África y Asia . Rosa Montero incluyó el cuento en una antología, La cita y otros cuentos de mujeres infieles (Alfaguara, 2003), con lo que Fumiko Hayashi pudo ganar más lectores.
La obra de Hayashi cautivó al público en Estados Unidos y en Francia. También fue una inspiración para un cineasta clave de los años 50, Mikio Naruse. La vida de Hayashi resulta impactante: de orígenes pobres, tuvo que arreglárselas por sí sola a partir de la adolescencia; pudo terminar la primaria sólo mintiendo sobre su edad y expandió su educación como autodidacta. Forjó un estilo propio, audaz e incisivo. La literatura de Fumiko Hayashi exhibe un Japón no siempre retratado: el Japón colonialista en Indonesia, la militarización fervorosa y la posterior ocupación estadounidense. Su autobiografía Horoki: Apuntes de una vagabunda y varios de sus cuentos fueron llevados al cine. En 2009, algunos de estos films se proyectaron en el Teatro San Martín, en Buenos Aires, pero los libros siguen siendo desconocidos.

Período de posguerra
De esta época, a mediados del siglo XX, también hay bastante traducido, pero vale la pena indicar una compilación en lengua española: Antología de la narrativa japonesa de posguerra , realizada por Tanabe Atsuko y publicada por Tlahuapan, en México, en 1989. Y habría que recordar las novelas del singular Kobo Abe (1924-1993), como su obra maestra, La mujer de la arena , escrita en 1962 (Siruela, reedición de 2008) que inspiró el film homónimo de Hiroshi Teshigahara, además de novelas que relatan con agudeza la lucha del hombre común en conflicto con la sociedad, como El rostro ajeno (1964, en español por Siruela, 2007).
Kobo Abe fue un dramaturgo importante; estableció su propia compañía de teatro en Tokio. Para ella escribió obras todavía famosas, como Vosotros también sois culpables (1964) y Amigos (1967).
Este período es también el de una incursión importante en los estudios culturales en Japón: de Michitaro Tada (crítico literario y antropólogo cultural, 1924-2007) ya contamos con dos obras disponibles en castellano ( Gestualidad japonesa y Karada , ambas publicadas por Adriana Hidalgo). Lo importante es que, a diferencia de otros libros que buscan explicar lo japonés para un público ajeno, Tada escribe sobre lo japonés para los japoneses. Los libros son parte de una meditación ensimismada y privada, acaso una autocrítica...
En este sentido también merece mención otro caso enigmático de no traducción: el de Takeo Doi. Como psiquiatra, Doi se entrenó en la práctica de psicoanálisis freudiano en Occidente, con la idea de aplicarlo en Japón al regresar. Cuando vio que era inviable aquel modelo para la cultura nipona, comenzó el verdadero trabajo de Doi. Sus libros esclarecen aspectos anteriormente poco articulados pero íntimos, fundamentales para la idiosincrasia japonesa: The Anatomy of Dependency (La anatomía de la dependencia) y The Anatomy of Self (La anatomía del yo) están disponibles sólo en inglés, por ahora.

Período actual
De la literatura actual, se destacan varias mujeres que incursionan en áreas nuevas como el multiculturalismo y la globalización, que produjeron nuevos experimentos con el lenguaje literario japonés. La novela monumental de Minae Mizumura, Una novela real (Adriana Hidalgo, 2008), es un buen ejemplo: la forma yuxtapone la ficción y la no ficción, mientras explora los cambios en la jerarquía social surgidos luego de la guerra. En otras obras, aún sin traducir, Mizumura juega con la mezcla de japonés e inglés, y analiza críticamente las carencias en el uso actual de la lengua japonesa.
Yoko Tawada también ejemplifica lo multicultural: nacida en 1960, a los 20 años se trasladó a Alemania desde donde escribe en japonés y a veces en alemán. Su novela Inu muku iri (El novio de la boda era un perro, 1998) fue muy bien recibida en Japón aunque Tawada no la escribió allí, y con Yogisha no yako ressha (Sospechoso en el tren nocturno, 2003) ganó el premio Tanizaki. Como dramaturga ha sido traducida al castellano: el grupo teatral Lasenkan ha realizado, en España, tres de sus piezas: Sancho Panza , El punto herido del alfabeto e Hikon, el alma voladora .
Menos experimental en técnica que las anteriores, Yoko Ogawa (1962) ha producido una narrativa singular que conjuga la literatura y las matemáticas. La autora nombra como influencias a un dúo inesperado: Kenzaburo Oe y Anna Frank. Tres de sus novelas fueron publicadas en España por Funambulista: La formula preferida del profesor , Perfume de hielo y El embarazo de mi hermana .
Otra corriente nueva actualiza la novela noir . Con frecuencia extremas, hasta surreales, estas renovaciones japonesas tienden a flirtear con la perversión y la violencia en un marco argumental detectivesco que sin embargo todavía permite cierta noción redentora. Es el caso de las novelas de Ryu Murakami, el escritor que ha inspirado al cineasta Takashi Miike, referente del nuevo cine de terror japonés. Dos novelas de Ryu Murakami están traducidos: Azul casi transparente (Anagrama, 1997) y Sopa Miso (Seix Barral, 2005). La más temprana, Coin-Locker Babies , sigue sin traducir aunque hizo furor entre jóvenes urbanos de un Japón "pos-burbuja", o sea, posterior a la afluencia y el consumismo de los años 80. Narra las historias de dos hombres que fueron abandonados de bebés en una estación de tren; uno de ellos planea un ataque químico contra la capital, apuntando a vengarse de (¿todas?) las madres, del punto de origen en sí.
Notoriamente, ha surgido una corriente nueva de thrillers femeninos que se destaca no sólo por el ingenio argumental, sino también por un audaz "realismo sucio" que rompe con tabúes: las amas de casa son a la vez obreras de fábrica en la periferia, los japoneses que emigraron regresan de Perú y de Brasil con consecuencias inesperadas, y estalla la violencia doméstica, tanto masculina como femenina. Una autora ejemplar sería Natsuo Kirino (1951) cuya novela Out fue nominada al premio Poe. Out salió hace poco en castellano (Emecé, 2009), y podremos esperar alguna de las doce que tiene escritas hasta ahora.
La famosa "bananamanía" que experimentó el público occidental tuvo su versión nipona también. Se puede identificar como "herederas de Banana Yoshimoto" a quienes han profundizado la exploración (y revalorización) de la figura liminar que revolucionó Yoshimoto en Kitchen : aquella figura de la niña-mujer o shojo , especie de semiadulta en un delicado limbo entre depender del padre y depender del marido, ya transformada en la década de 1980 en el símbolo de cierta oportunidad para una autodeterminación inesperada. Una expresión surge desde la literatura joven "extrema" que sorprendió cuando dos representantes aun adolescentes obtuvieron el más prestigioso premio para la nueva narrativa en Japón. La escritura de Risa Wataya en Keritai Senaka (La espalda que quisiera patear) y la de Hitomi Kanehara en Hebi ni Piasu (Serpientes y piercings) son ejemplos de una corriente de escritura intrépida de la mano de mujeres muy jóvenes, transgresoras, de poderosa imaginación y franqueza personal: la novela de Kanehara salió en castellano (Emecé, 2004). En esta línea estarían también Vibrador , de Mari Akasaka (1964; Emecé, 2006).
Respecto de estas nuevas voces adolescentes surge también una cuestión de técnica y de tecnología que afecta la circulación de su obra y tal vez también, una se pregunta, la conceptualización: de las diez novelas más vendidas en Japón últimamente, la mitad fue escrita en teléfonos celulares y son leídas del mismo modo, o sea en "el celu". En Japón el mercado de la "novela móvil" ya cuenta con tres millones de lectores. Y en este caso también tal vez sorprenda que se trate de una producción capaz de conquistar los premios del establishment . Mieko Kawakami ganó el premio Akutagawa (2007) por una novela "móvil" (aunque premiada recién luego de ser impresa): Chichi to ran (Acerca de pechos y huevos) es una novela ágil y veloz. Narrada en primera persona, dispara posibles redefiniciones de lo femenino a través de un grupo de amigas adolescentes. Si una vez puede ser suerte, dos veces ya merece otro respeto: Kawakami volvió a tener tremendo éxito con su novela Hebun (El cielo) durante la etapa de señal electrónica, y al cobrar una existencia en papel conquistó un reconocimiento que en algún punto suena paradójico, no por falta de destreza literaria, sino por una cuestión de técnicas, de preconceptos o expectativas que tenemos acerca de lo que se escribe y cómo. El cielo de Kawakami es la ganadora del premio Murasaki Shikibu del 2010, el galardón máximo para la nueva escritura femenina, que lleva el nombre de la autora de La historia de Genji , escrito hace mil años y por supuesto sobre papel. Y uno se queda pensando? si Murasaki renaciera, ¿cómo escribiría hoy?

Shōhei Ōoka

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                                Primer capítulo : http://www.mediafire.com/view/?ri7q67chwme0lyh




 ciclo "Narrativa Japonesa Contemporánea"

Dos visiones de la guerra: Michio Takayama y Shohei Ooka



Ponentes: Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala y Gabi Martínez

Fecha: 20 marzo 2012





                                               Fires on the Plain de  Kon Ichikawa


                                                 

Más Yoko Ogawa

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El embarazo de mi hermana(1990)-completo



                                                      http://www.mediafire.com/view/?rwj9ei9796a3g66


     versiones en inglés

    The Diving Pool: Three Novellas (1990-1991)


                                        http://www.mediafire.com/view/?5d39xt39zjqsr83


        The housekeeper and the professor (2003)



                                                         http://www.mediafire.com/view/?azv3vb9q7afxaa5

Tanizaki III

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La vida secreta del señor Musashi 
Enredadera de Yoshino  (1931)


                                                http://www.mediafire.com/view/?3i16ehoef10iuzr

                                                                 
                                                                  versión en inglés
                                                      In praise of shadows (1933)

                                                      

                                                    http://www.mediafire.com/view/?s9okds6tdmfr1ux

Estudios orientales

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Libro que reúne Investigaciones sobre Asia Pacífico en España-Universidad de Granada

http://www.mediafire.com/view/?mufnmvc6f44jkbu


ÍNDICE
CAPÍTULO 1. TRADUCIR Y RECONOCERSE MUTUAMENTE. –EL SIGNIFICADO DE LA TRADUCCIÓN PARA LA CONSTRUCCIÓN INTERCULTURAL DE LA IDENTIDAD Juan Masiá Clavel 15

CAPÍTULO 2. LA FORMACIÓN DEL PARIÁN DE MANILA: LA CONSTRUCCIÓN DE UN EQUILIBRIO INESTABLE-Manel Ollé 27

PARTE I. LENGUA, LITERATURA Y TRADUCCIÓN 51
Sección I. Lengua 53
CAPÍTULO 3. LA LINGÜÍSTICA NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA O 10 AÑOS DE SOLEDAD. CONDICIONES PARA LA INVESTIGACIÓN EN LINGÜÍSTICA CHINA EN ESPAÑA: HISTORIA RECIENTE Y PERSPECTIVAS-Sara Rovira Esteva 55

CAPÍTULO 4. ANÁLISIS DEL DISCURSO: DISCURSO DEL EMPERADOR HIROHITO CON MOTIVO DE LA RENDICIÓN DE JAPÓN DE LA GUERRA DEL PACÍFICO-Raquel Rubio Martín 

CAPÍTULO 5. UNA APROXIMACIÓN DIDÁCTICA AL VERBO CHINO-Helena Casas Tost 91

CAPÍTULO 6.¿APLICACIÓN DE REGLAS O USO ESTRATÉGICO?: EL PAPEL DE LOS HONORÍFICOS EN LA CORTESÍA LINGÜÍSTICA JAPONESA-Nobuo Ignacio López Sako 107

CAPÍTULO 7. EL PROBLEMA DE LA ESCRITURA CHINA Y SUS REPERCUSIONES DIDÁCTICAS-Juan José Ciruela Alférez 125

CAPÍTULO 8. PROPUESTA METODOLÓGICA PARA LA ENSEÑANZA DE RADICALES CHINOS-Helena Legaz Torregrosa 135

CAPÍTULO 9. EL SISTEMA VERBAL COREANO Y SU CLASIFICACIÓN -Mihwa Jo 151

CAPÍTULO 10. ESO YA NO SONARÁ A CHINO: PROMOCIÓN INTERNACIONAL DEL CHINO COMO LENGUA EXTRANJERA-Zhang Zheng Quan 161

CAPÍTULO 11. LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA JAPONESA: EL MUNDO, EUROPA, ESPAÑA-Takayuki Yamada 177

Sección II. Literatura 189
CAPÍTULO 12. DAI WANGSHU (1905-1950) Y LA POESÍA MODERNISTA CHINA-Javier Martín Ríos 191

CAPÍTULO 13. DE CONSEJEROS Y GALANTES CORTESANOS. LA CONCEPCIÓN DE LA POESÍA EN CHINA Y JAPÓN-Alicia Relinque Eleta 207
Sección III. Traducción 219

CAPÍTULO 14. LA RECEPCIÓN DE LA LITERATURA Y EL PENSAMIENTO OCCIDENTAL, Y LA TRADUCCIÓN EN EL JAPÓN DE LA ERA MEJI : EL PAPEL DE LOS TRADUCTORES COMO MEDIADORES CULTURALES-Mª Teresa Rodríguez Navarro 221

CAPÍTULO 15. TRADUCIR LA TERMINOLOGÍA BUDISTA: ALGUNASCONSIDERACIONES TEÓRICAS Y PRÁCTICAS

ARTE II. HISTORIA, ARTE Y PENSAMIENTO 243
Sección I. Historia 245
CAPÍTULO 16. DESARROLLO Y PÉRDIDA: DIFERENCIAS CULTURALES Y SOCIALES DESDE EL JAPÓN DE PREGUERRA HASTA LA ACTUALIDAD-Daniel Rubio Pérez 247

CAPÍTULO 17. PIRATAS Y FLOTAS DE CHINA SEGÚN LOS TESTIMONIOS CASTELLANOS DEL SIGLO XVI Dolors Folch 267

CAPÍTULO 18. LOS DIOSES Y LA SAL: HISTORIA DE DOS CULTOS RELIGIOSOS CHINOS-Andreas Janousch 287

CAPÍTULO 19. LA ETAPA DESCONOCIDA EN LA RUTA DEL ÍNDICO. COMERCIO ESPAÑOL CON LA INDIA BRITÁNICA A INICIOS DEL SIGLO XX-Enric Donate Sánchez 309

CAPÍTULO 20. SINIBALDO DE MAS, UN OBSERVADOR ESPAÑOL DE LA REALIDAD CHINA DEL SIGLO XIX-Ander Permanyer Ugartemendia 323

CAPÍTULO 21. ESPAÑOLES EN EL REINO CELESTIAL TAIPING: ELDESCONOCIMIENTO COMO PAUTA DE INTERCULTURALIDAD-David Martínez Robles 341

CAPÍTULO 22. IMPULSO INSUFICIENTE. LAS RELACIONES HISPANOJAPONESAS DENTRO DEL MARCO EUROPEO-Florentino Rodao 359

CAPÍTULO 23. FUENTES SOBRE EURASIA CENTRAL ANTIGUA Y MEDIEVAL-Agustí Alemany 

CAPÍTULO 24. LOS FRAILES DE KOXINGA-Anna Busquets 393

CAPÍTULO 25. IBN BATTUTA EN EL MARCO DE LAS RELACIONES SINOISLAMICAS-Josep Esquerrá Nonell 423

Sección II. Arte 443
CAPÍTULO 26. ROCAS EXTRAÑAS; TRADICION Y MODERNIDAD-Antonio Mezcua López 445

CAPÍTULO 27. LA GESTIÓN DE LAS COLECCIONES DE ARTE ASIÁTICO EN LOS MUSEOS ESPAÑOLES: EL CASO DE LA COLECCIÓN PALACIO EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE BILBAO-Delia Sagaste 455

CAPÍTULO 28. EL MERCADO ESPAÑOL DEL MANGA: ESTADO DE LA CUESTION-Cristina Tajada Sanz 473

CAPÍTULO 29. LA AVENTURA JAPONESA DE ADOLFO FARSARI A TRAVÉSDE L´ILLUSTRAZIONE ITALIANA-Mª Pilar Araguás Biescas 489

CAPÍTULO 30. POESÍA PINTADA-Paloma Fadón Salazar 497

CAPÍTULO 31. MADAMA BUTTERFLY: ESPEJO DE ORIENTE. UNA PUESTA EN ESCENA JAPONESA-Luisa María Gutiérrez Machó 503

CAPÍTULO 32. LA HUELLA DE HOKUSAI EN ESPAÑA: VALORACIÓN CRÍTICA, INFLUENCIA, COLECCIONISMO Y EXPOSICIONES David Almazán y Elena Barlés 527

CAPÍTULO 33. DESDE SRI LANKA HASTA JAPON: IDEAS ACERCA DE LAEVOLUCION DEL STUPA José María Cabeza Laínez 553

CAPÍTULO 34. RECUPERACIÓN DE ARTES TRADICIONALES BUDISTAS ENTRE LOS TAI LUE DE SIPSONG PANNA Roger Casas 571

CAPÍTULO 35. ARTE Y CULTURA DE JAPÓN EN ZARAGOZA-David Almazán y Elena Barlés 589

CAPÍTULO 36. INTENSIFICANDO LA MIRADA: RUSU-MOYŌ EN EL ARTE JAPONÉS-Daniel Sastre de la Vega 605

CAPÍTULO 37. FORMAS MODERNAS EN EL ARTE DEL RAJASTHÁN-Félix Ruiz de la Puerta y Juana Sánchez González 615

CAPÍTULO 38. LA CONSTRUCCION DE LA IMAGEN EROTICA EN CHINA-Isabel Cervera Fernández 625

CAPÍTULO 39. EL ARTE NANBAN Y LA INTRODUCCIÓN DEL PROCEDIMIENTO DEL ÓLEO EN JAPÓN-Francisco Javier Ruiz Carrasco 635

Sección III. Pensamiento 647
CAPÍTULO 40. EDUCAR: CONFUCIO HOY-Pedro San Ginés Aguilar 649

CAPÍTULO 41. UJI: LA ONTOLOGÍA DE LA TEMPORALIDAD DEL MAESTRO DÔGEN-Antonio Miguel Martín Morillas 665

CAPÍTULO 42. MEMORIA DE UN DEMIURGO CHINO: YU, ENTRE LA RECREACIÓN MÍTICA Y EL ORDENAMIENTO POLÍTICO-Julio López Saco 677

CAPÍTULO 43. PLATAFORMA DE PENSAMIENTO GLOBAL --- TOWARDSGLOBAL THINKING ---Alfonso J. Falero 687

CAPÍTULO 44. EL DÀO EN OCCIDENTE-Gabriel Terol Rojo 701

PARTE III. ECONOMÍA, POLÍTICA Y DERECHO 715
Sección I. Economía 717

CAPÍTULO 45. COOL ASIA: IMPLICACIONES SOCIO-ECONÓMICAS DE LA CULTURA POPULAR EN ASIA ORIENTAL-Ana María Goy Yamamoto 719
Sección II. Política 739

CAPÍTULO 46. EVOLUCIÓN DE LOS MODOS DE LEGITIMACIÓN EMPLEADOS POR EL PCC EN PERSPECTIVA COMPARADA-Mario Esteban Rodríguez 741

CAPÍTULO 47. CONSTRUCCIÓN Y GLOBALIZACIÓN MULTI-NIVEL DE ASIA ORIENTAL-César de Prado Yepes 771

CAPÍTULO 48. BALANCE Y PERSPECTIVAS DE LA RELACIÓN DE KAZAJSTÁN CON CHINA (1991-2006)-Nicolás de Pedro 781

CAPÍTULO 49. AUSTRALIA Y SU RELACIÓN CON ASIA PACÍFICO: ¿REGIÓN PRIORITARIA O SUBORDINADA A LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO GLOBAL?-Alfredo Crespo Alcázar 

Sección III. Derecho 815
CAPÍTULO 50. REGULACIÓN LEGAL DEL RUIDO EN ESPAÑA Y JAPÓN-Masao Javier López Sako 817

PARTE IV. ANTROPOLOGÍA Y CIENCIAS DE LA SALUD 831
Sección I. Antropología 833
CAPÍTULO 51. LOS CLAROSCUROS DE LA NATIVIZACIÓN (BENTU HUA): COLONIALISMO Y DESCOLONIZACIÓN EN LA ANTROPOLOGÍA CHINA-Gladys Nieto 835

CAPÍTULO 52. DISLOCACIÓN EN LA PERCEPCIÓN DEL SONIDO COMO RUIDO: AUDICIÓN PARTICIPANTE ENTRE DESPLAZADOS ESPAÑOLESEN JAPÓN Y DESPLAZADOS JAPONESES EN ESPAÑA-Francisco Javier Tablero Vallas 851

CAPÍTULO 53. HISTORIOGRAFÍA CHINA Y OCCIDENTE: UNA VISIÓN DESDE LA ANTROPOLOGÍA César Varela Vizcaíno 883

CAPÍTULO 54. EL ESTADO DE LA CUESTIÓN DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE LAS COMUNIDADES ASIÁTICAS EN ESPAÑA RICAE (Red de Investigación sobre las Comunidades Asiáticas en España)

CAPÍTULO 55. ASIA ORIENTAL Y LA INTERCULTURALIDAD-Grupo de Investigación INTERASIA 909

CAPÍTULO 56. LA ESCRITURA DE LA DIFERENCIA. IDENTIDAD Y REPRESENTACIÓN 
CULTURAL EN EL KATAKANA JAPONÉS Blai Guarné 919

CAPÍTULO 57. GÉNERO Y DECONSTRUCCIÓN DEL SHINTOISMO Minerva Terrades Oliveras y Jordi Viñals Bartomeu 949

Sección II. Ciencias de la Salud 967
CAPÍTULO 58. JING, ¿MERIDIANO? Electra Peluffo 969

CAPÍTULO 59. LA INFLUENCIA DE LA FILOSOFÍA EN CHINA, COMOMÉTODO DE APRENDIZAJE Y TRANSMISIÓN ORAL DEL WUSHU Juan Carlos Serrato 977

CAPÍTULO 60. ¿QUININA O 金吉那?: LA MISIÓN JESUITA FRANCESA ENTRE LA ESTRATEGIA, LA FE Y LA MEDICINA -Beatriz Puente-Ballesteros

Más Ryu Murakami

Kido Okamoto

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 Kido Okamoto. Periodista, dramaturgo, traductor, novelista y cuentista japonés. Su verdadero nombre era Okamoto Keiji (岡本敬二). Nació en 1872 en Takanawa y murió en 1939, en Meguro, Tokio, a la edad de 66 años víctima de una neumonía. Es el principal representante del Shin-Kabuki (Nuevo Kabuki) y uno de los pioneros de las novelas policíacas japonesas. 
   Obras principalesLos extraños casos del inspector Hanshichi (1917-1934)


Traducción: Isami Romero , muchísimas gracias por compartir tus trabajos :)
Correción de estilo: Stefanía Flores Santana 


Cien cuentos
  
 “Hace ochenta años…”. O no terminó de decir su frase. No lo pudo hacer, ya que había comenzado a carcajearse. “No. Tuvo que haber sido mucho antes. Debió haber sido en septiembre del año uno o dos de la Era Kōka [1844 ó 1855]. No importa. Lo que les contaré a continuación, ocurrió en el castillo de un daimio del país de Jōshū…”.

   En una noche otoñal, unos jóvenes samuráis estaban vigilando el castillo. La lluvia no paraba desde ayer, era una noche terrible. Como en todos los lugares, en este tipo de situaciones, la gente tenía la costumbre de contar cuentos de fantasmas. El mayor de la tropa, un tal Butayū Nakahara, comenzó a relatar uno.
    Desde antaño, se dice que hay monstruos, otros dicen que no existen. No hay respuestas para este tipo de debates, no sabemos con exactitud nada. Una velada como la de hoy es perfecto organicemos entonces, un juego de salón, una sesión de cien cuentos[1]. Veamos si al terminar de contar el último, sale de verdad el monstruo, ¿qué les parece?
    Suena interesante, hagámoslo.
    Todos eran vigorosos y jóvenes samuráis, por eso todos estuvieron de acuerdo. Así, comenzaron primero con los preparativos: antes que todo, cubrieron con una hoja azul la boca de la lámpara de papel, luego, como estaba prescrito en la reglas, prendieron cien mechas y alejaron la lámpara como unos diez metros, colocándola en el fondo del estudio; junto a ella, pusieron un espejo de mano y acordaron que cada vez que apagaran una de las mechas, atisbaría sin falta el espejo. Por supuesto, en esos diez metros no habría ningún tipo de luz, tendrían que caminar a ciegas bajo esa obscuridad.
    Dado que son cien historias, tendremos que contarlas turnándonos cien personas ¿no?
    Hubo un debate ante esta interrogante. En los cien cuentos, obviamente se tenían que contar cien historias misteriosas. Nadie estaba en descuerdo. Sin embargo, en ese lugar no había ni siquiera cien cabezas. Algunos afirmaron que no era necesario que estuvieran presente las cien personas, pero otros sí. Finalmente, acordaron que algunos tendrían que contar más de un cuento, así dejaron a la suerte esa decisión. De este modo, una persona se encargaría de contar tres o cuatro. A pesar de lo anterior, dado que era mejor tener el mayor número de personas, fueron a buscarlas. Incluso, trajeron a la fuerza a algunos servidores de té. A las cinco de la noche (8:00 PM), un joven samurái llamado Shirōshichi Urabe comenzó a relatar el primer cuento.
    Como tenían que contar cien, acordaron que cada historia debería ser corta. A pesar de lo anterior, el tiempo pasó. Cuando Butayū Nakahara estaba contando el cuento número ochentaitrés, eran casi las ocho de la noche (2:00 AM). Como era la tercera vez que lo hacía, ya se le habían acabado las historia que sabía. Contó entonces, un cuento sobre el encuentro entre un moje de un templo budista de las montañas y un sirviente del Shogún, quienes se volvieron al final en demonios. Era una versión muy resumida y convencional, pero después de hacerlo fue a apagar la lámpara del fondo.
    Como les he dicho ya, para ir hacia el estudio en donde estaba la lámpara, ellos tenían que recorrer un amplio cuarto de diez metros, pero como Nakahara ya había ido dos veces, y  aunque estuviera obscuro, ya se sabía más o menos cómo era el camino. Se levantó sin ningún problema y abrió la puerta del siguiente cuarto, caminó derecho y cuando llegó al estudio en donde estaba la lámpara, al voltear de reojo, vio que en la pared derecha del cuarto había una cosa pálida. Se veía tenuemente. Era una mujer de blanco, su cuello estaba colgado en el techo y se le escurría la cabeza.
 No es mentira lo que se dice desde antaño. Hay un monstruo aquí, es igual al que todos nos hemos imaginado alguna vez pensó Nakahara.
    Sin embargo, era un hombre valiente, no hizo caso a esa visión y se fue hacia el cuarto y como estaba estipulado, apagó la lámpara. Después, tomó el espejo y vio su reflejo, pero no apareció nada misterioso en él. Cuando retornó, vio de nuevo lo mismo. En el borde de la pared, seguía esa sombra blanca.
    Nakahara regresó a su asiento sano y a salvo, pero no dijo nada a nadie de lo que había visto. Continuaba entonces, el cuento número ochentaicuatro. Jingoemon Kakei era el encargado de hacerlo. Luego, siguieron los otros en el orden previsto, pero nadie decía nada sobre esa cosa misteriosa. Nakahara pensó que era algo raro. A lo mejor, sus ojos habían sido los únicos que habían visto a ese monstruo, o bien los demás lo estaban callando como él. Mientras pensaba eso, sin pena ni gloria terminaron las cien historias. Las cien mechas puestas en la lámpara fueron apagadas. Ese cuarto había quedado en una verdadera penumbra.
    Nakahara preguntó entonces, a los presentes.
    Con esto hemos terminado nuestra sesión de cien cuentos, pero ¿alguno de vosotros no visteis algo extraño?
    Cuando todos estaba en silencio, tragándose su aliento, Jingoemon Kakei contestó.
    En realidad no quería asustaros y evite hacerlo, pero cuando conté la historia número ochentaicuatro, éste su samurái vio algo misterioso.
    Una vez que lo confesó, varios comenzaron a decir que  habían visto lo mismo. Al estar discutiéndolo, se dieron cuenta de que todo había comenzado en el cuento setentaiocho, en el turno de Yajirō Hongō. Después de eso, la gente había comenzado a verlo, pero no dijeron nada. Temían que se rieran de ellos. Les daba vergüenza que los tacharan de cobardes, por eso todos tenían caras como si no hubieran visto nada
    Entonces, veamos de qué se trata, ¿qué os parece?
    Nakahara tomó la lámpara y detrás de él caminaron los demás. Hasta ese momento, todo había estado obscuro y no se podía apreciar mucho, pero al alumbrarlo con la lámpara, se dieron cuenta que esa cosa era una bella mujer. Tenía dieciocho o diecisiete años. En su blanco kimono estaba amarrado un cinturón crepé de seda blanco y su cuello estaba colgado. Tenía un largo pelo despeinado. Al ver que no se inmutaba por su presencia, algunos plantearon la hipótesis de que no era un monstruo sino un humano de verdad, pero la mayoría seguía dudándolo. Fuera lo que fuera, decidieron que lo mejor era dejarla ahí hasta que finalizara la noche. Cerraron con mucho cuidado la puerta corrediza y se quedaron vigilando frente al cuarto, pero esa mujer blanca seguía ahí colgada. Al cabo de un tiempo, la noche otoñal comenzó a volverse blanca, pero ella no desaparecía.
    Esto está muy raro todos se vieron las caras.
    No, no es raro. Es un humano de verdad comenzó a decir Nakahara.
    Los que había dicho que no era un monstruo, comenzaron a reírse, como señal de que habían tenido la razón. Empero, si eso era en realidad un humano, no podían dejarla así, la gente comenzó a alborotarse, como si la acabaran de encontrar. Lo mejor era entonces, informar al funcionario encargado de las concubinas del amo. Cuando lo hicieron, él también quedó sorprendido.
    Es la ilustre Shimakawa.
    Shimakawa era una mujer, quien era una de las concubinas del castillo. Se rumoraba que era la dama de compañía nocturna del amo, por eso todos se espantaron de nuevo. El semblante del funcionario cambió por un momento pero después de pensarlo, consideró que no era posible que una de las concubinas hubiera podido estar ahí. Aunque existiera alguna causa que la hubiera obligado a suicidarse, no hubiera elegido ese lugar. Antes que todo, había una fuerte vigilancia tanto fuera como dentro del castillo, ¿cómo pudo esta mujer haberse escabullido? No podía ser la verdadera Shimakawa. Alguien se estaba haciendo pasar por ella, o bien era obra de algún monstruo. Fuese lo que fuese, dijo que dejaran de seguir con este alboroto y después de ordenárselos, fue a informarle todo a su superior en el castillo.
    El encargado de resguardar a las concubinas, Jihei Shimoda, escuchó esta historia y arrugó su ceño. No le importó si ofendía a las ilustres damas, fue hacia el interior del castillo y pidió ver a doña Shimakawa. No podía verlo, le respondieron, ya que desde anoche ella se había sentido mal. Pensó entonces, que algo estaba mal. Shimoda insistió.
    ―Disculpadme, comprendo que ella se encuentre indispuesta, pero tengo que verla cuanto antes, es una situación de emergencia, dadme audiencia.
    Se quedó expectante de la respuesta y apareció la mismísima Shimakawa, había salido de su aposento. Era claro que estaba indispuesta, tenía la cara y el cuerpo enflaquecido, pero como estaba viva, Shimoda se sintió aliviado. Shimakawa tenía una cara de sorpresa y preguntó por qué tanto alboroto. Shimoda contestó cualquier cosa y de inmediato salió. Posteriormente, se enteró que la mujer de blanco había desaparecido. Nakahara y los guardias la estaban vigilando con cuidado. ¿Cómo se les había esfumado? Shimoda se volvió a sorprender.
    La ilustre Shimakawa está bien. Entonces, esa cosa que visteis fue un monstruo. No digáis ni una palabra de esto, ¿entendido?
     La gente estaba como en un sueño. Lo que en un inicio habían pensado que era un monstruo, resultó luego un humano, pero al final rectificaron que había sido un monstruo. Era increíble, pero como vieron desaparecer su figura frente a sus ojos, nadie pudo contradecirlo. Gracias al juego de las cien historias, pudieron constatar que en este mundo sí había monstruos.
   Shimakawa se recuperó y siguió como concubina, pero dos meses después volvió a recaer y se enclaustró en su cuarto. Una noche se colgó ahí y murió. Al parecer tenía una enfermedad que la había estado atormentando desde antes, pero la gente rumoró que le había sucedido eso por maldecir a alguien.
    Entonces, la mujer de blanco de esa noche ¿había sido un simple monstruo? O bien, desde ese momento Shimakawa había decidido morir ¿esa alma se había desprendido y aparecido como un espectro? Ha sido un misterio que nadie ha podido solucionar. Lo que han escuchado ustedes es la versión que Butayū Nakahara contó a una persona, ya en su vejez. A lo mejor, era un tipo de enfermedad de separación del alma como en la historia pasada: La enfermedad de las separación del alma.


* Cien cuentos (百物語) fue publicado en agosto de 1924 en la revista Bungekurabu (文藝倶樂部). El título inicial era El espíritu viviente de la mujer de blanco, pero cambió de nombre a Cien cuentos cuando se le compiló dentro de la Antología de historias modernas extrañas (1926)
 [1]  En el Japón tradicional, se organizaban juegos de salón. Uno de ellos eran las Cien  historias (百物語). Era un juego para medir la hombría de los presentes. Las reglas son simples, cada uno tenía que contar, uno por uno, un cuento misterioso. Normalmente, se hacía en cuarto obscuro y junto a un espejo para evocar a los espíritus. Al terminar de contar la última historia, o sea la número cien, se creía que en el salón aparecían un verdadero monstruo. Por esa misma razón, la sesión solía suspenderse en la historia noventainueve. Existen algunas recopilaciones famosas de algunas sesiones, también ha inspirado a muchos escritores para sus obras.



 Hakuhatsuki : el demonio de la cabellera albina

I

  El abogado S cuenta:

    Miren, soy una persona sumamente desinteresada por los cuentos de fantasmas. No busco que me los cuenten. Es más, ni siquiera me gusta contarlos, pero, cuando era joven, solamente una vez me topé con este extraño acontecimiento. Todavía no he podido esclarecer su misterio…
    Justo hace quince años, vivía en una casa de huéspedes en Kojimachi cerca del portal de Hanzo. De ahí, asistía a una escuela de Derecho ubicada en Kanda en el noreste, del otro lado del Palacio Imperial. Era una casa de huéspedes, pero no ordinaria. Era una casa normal. Le habían hecho algunas modificaciones y acondicionado siete cuartos. Por esa razón, cuando se llenaba su cupo no podían alojarse más de siete personas. Como quien dice: era una casa común y corriente.
    La dueña era una refinadísima mujer cincuentona probablemente un poco mayor. Vivía también con ella su hija, de unos veintiocho o veintinueve años y tenían una sirvienta. Las tres eran quienes nos atendían. Tiempo después nos enteramos que esa señora tenía mucho dinero. El hijo mayor estaba estudiando en una universidad en Kioto. Como le había aburrido esperar la graduación de su primogénito, pero también por que se había sentido sola; la señora comenzó este negocio. Era un pasatiempo para ella. Por lo tanto, a diferencia de las otras caseras, la nuestra era muy, pero muy amable. Nos trataba como si fuéramos de la familia. Todos los inquilinos estábamos muy satisfechos.
    Por eso nosotros le decíamos siempre, Okusan y no Okamisan como suele decírseles a las caseras. Ya sé que es un poco raro decirle a la dueña de tu pensión de esa manera, pero como ya les dije anteriormente, era una mujer refinada y gentil, no la podíamos llamar Okamisan. No era apropiado a su persona. Todos le decíamos, entonces, Okusan y a su hija: Isako. El apellido de ellas… Miren, no se los puedo decir. Vamos a dejarlo en Horikawa: un apellido ficticio.
    Todo ocurrió, entonces, una noche despejada de los primeros días de noviembre. Hice una peregrinación al templo de Otorisan ubicado en Yotsuya Sugacho al oeste de mi casa. Era justo la Festividad del Tori no Machi. En Tokio no lo había hecho aún. No tenía las ganas suficientes como para ir hasta Asakusa. Así, pensé que podía hacerlo yendo a Yotsuya: un vecindario más cercano. Después de cenar, decidí toma un paseo y fui ahí. Fue una peregrinación sin mucha fe. Lo admito.
    Como era el comienzo de noviembre el clima era notoriamente bueno y había mucha prosperidad en los comercios. Caminé en medio de la muchedumbre y fui finalmente al precinto; hice una oración. Una vez que salí a la calle, la que daba al tren, seguía habiendo mucha gente. De entre toda esa gente, una voz me llamó en ese momento.
    —Buenas noches, Suda. ¿Joven Suda, tú también andas por aquí?
    —¿Usted también vino a la peregrinación?
    —Bueno, algo así.
    Mientras reía, aquella persona me mostró un pequeño rastrillo para la arena y un camote entrelazado con una hoja de bambú: amuletos que venden en la Festividad del Tori no Ichi. Su nombre era Takeo Yamagishi: también es un nombre ficticio. Era un inquilino de la misma casa de huéspedes. Como íbamos hacia el mismo rumbo, comenzamos a caminar juntos.
    —¡Cuánta gente! ¿No cree? —dije—. ¿Qué va a hacer con lo que compró?
    —Es un regalo para la señorita Isako —dijo Yamagishi—. El año pasado también se los compré, este año decidí seguir con la costumbre.
    —¿No son caros?— pregunté yo. No sabía el valor de esas cosas.
    —No importa. Regateé bastante… Pero como estamos en inicios de noviembre los vendedores no dan su brazo a torcer.
    Nos dirigíamos hacia Yotsuya Mitsuke. De pronto, Yamagishi se paró frente a una cafetería.
    —¿Qué te parece si nos tomamos un té?
    Entró al lugar antes que yo. No tuve alternativa que seguirlo. Por suerte, estaba vacía una de las mesas de la esquina y nos posicionamos ahí los dos. Pedimos un té inglés y unos pastelillos .
    —¿Suda no tomas alcohol, verdad?
    —No, no tomo.
    —¿Nada de nada?
    —Absolutamente nada.
    —Yo también. Si pudiera tomar sería bueno, pero… —dijo pensando Yamagishi—. Estos dos o tres años, lo he intentado y muy en serio ¿sabes? Sin embargo, fue imposible.
     ¿Por qué quería tomar tan fortuito si no podía ingerir ese tipo de bebidas? Era algo chistoso para un joven como yo. Mientras veía mi sonrisa, por una cierta razón, Yamagishi suspiró:
    —Bueno en tu caso es mejor que no tomes, pero en el mío es preferible hacerlo un poco… —repitió de nuevo, pero posteriormente remató sonriendo:
    —Te estarás preguntando por qué… Si no puedo tomar, la señorita Isako me va a despreciar, ja, ja, ja.
     No sé qué pensaba Yamagishi de ella, pero Isako estaba muy dispuesta. Como quien dice, lo quería conquistar. Era la opinión de todos los inquilinos.
    En la casa de las Horikawa, Isako era la hija mayor, el primogénito, el que se había ido a Kioto, era su hermano menor. Ella se había casado a los veintiún años, pero al año de casada su esposo enfermó y murió. Fue por eso que regresó a la casa familiar y llevaba desde hace unos siete u ochos años una vida vacía. Era una pena, en serio. Nosotros lo sabíamos aunque de manera superficial. Debo decirles que no era nada fea, todo lo contrario. A diferencia de su madre, era una mujer alegre y activa. A lo mejor era mi percepción, pero detrás de esa apariencia blanca y fina denotaba un poco de soledad.
    Yamagishi estaba entre los treinta. Era fornido y sano. Tenía una presencia muy masculina. Además, era de una familia adinerada. Cada mes, aunque fuese poco, recibía dinero extra. Vestía muy bien y ahorraba. Desde cualquier punto vista, de los siete inquilinos era el mejor prospecto. Por eso pensábamos que era natural que Isako quisiera conquistarlo. También la Okusan sabía que su hija estaba enamorada de Yamagishi. Incluso, se rumoraba que ella había consentido tácitamente esa relación. Así, cuando él mencionó de abrupto el nombre de Isako no me sorprendió en lo mínimo. Por supuesto, tampoco tenía ni una pizca de celos…
    —¿La señorita Isako toma? —pregunté sonriendo.
  —¿Quién sabe? —dijo moviendo el cuello—. No sé muy bien, pero probablemente no lo hace. Incluso, ella me ha advertido que no lo haga…
    —¿Pero usted me dijo que si no tomaba, ella lo iba a despreciar?
    —¡Ja, Ja, Ja!
    Soltó un carcajeada muy fuerte. Los cuatro grupos de clientes que estaban en el café se espantaron y voltearon hacia nosotros. Me sentí un poco avergonzado. Bebimos y comimos rápido; Yamagishi pagó la cuenta y salimos a la calle de nuevo. Una gran luna de invierno estaba puesta en lo alto de un pino del embarcadero. Aunque era una noche agradable de noviembre, un viento soplaba desde el noroeste, como si nos acompañara.
    Pasamos Yotsuya Mitsuke y seguimos rumbo al este, nos aproximamos a la avenida, la que nos llevaba hacia Kojimachi, después de pasar un puente, de súbito sentimos que todo se silenciaba. Mientras Yamagishi admiraba la luz de la estación de bomberos, me preguntó de pronto:
    —¿Tú crees en fantasmas?
    No esperaba ese tipo de cuestionamiento. Titubeé un poco, pero contesté honestamente:
    —No, tampoco he emprendido ninguna investigación sobre fantasmas. Soy de los que no cree en ellos.
    —Es lo normal —asintió Yamagishi—. Yo tampoco quisiera creer en ellos, tu postura es la correcta —después de decir esas palabras se calló.
    Actualmente, por mi trabajo tengo que hablar mucho, ¿saben? Pero en mis épocas de estudiante era muy reservado. Si la persona con quien hablaba no decía nada, yo tampoco abría la boca. Así, en silencio los dos caminamos por la calle, pisando las hojas caídas. Cruzamos como mudos la mitad de la calle hacia Kojimachi y en ese momento, Yamagishi se paró.
    —Suda, ¿no quieres comer anguila?
    —¿Cómo?
    Observé la cara de Yamagishi. Acabábamos de tomar té en Yotsuya. Era algo extraño que se le antojara cenar una anguila. Él leyó mis pensamientos y dijo:
    —¿Ya cenaste en casa, verdad? Yo salí desde la tarde y no he comido nada. Pensaba hacerlo en aquel café, pero no era el lugar adecuado para hacerlo.
    Me había quedado claro: él había estado fuera desde la tarde. Por eso, esos dos pastelitos occidentales que se echó en Yotsuya no fueron suficientes para quitarle el hambre. Empero, comer anguila era un lujo. Bueno, para alguien con mucho dinero como él no, pero para nosotros los estudiantes, un capricho demasiado costoso. Ahora podemos comerla en cualquier restaurante o fonda, ¿no? Pero en esos años, era un lujo. Además, el lugar donde quería entrar era muy lujoso, no podía seguirlo.
    —Yo me despido. Por favor vaya a cenar usted solo. Me retiro, con permiso.
    Yamagishi no me dejó ir
  —Eso no es nada bueno. Por favor, acompáñame. Quiero comer anguila, pero también quiero contarte unas cosas. No es mentira. Tengo algo que contarte…
    No pude rehusarme, cuando me di cuenta estaba en el segundo piso de ese restaurante.



II

    Antes de seguir con mi relato, es pertinente que les explique cómo era mi relación con Yamagishi…

    Él y yo vivíamos en la misma casa de huéspedes, pero no solamente eso, teníamos un lazo especial: los dos queríamos ser abogados. Era como mi hermano mayor, misenpai. Por lo tanto, era natural que yo le tuviese respeto. Pero había una gran diferencia entre su capacidad intelectual y la mía, lo cual fortalecía mi subordinación hacia él. Yamagishi dominaba todos los tecnicismos legales y por supuesto, además del inglés, entendía el alemán y el francés. Yo estaba muy feliz. Vivía con una persona tan talentosa. Recuerdo que muchas veces fui a su cuarto a preguntarle todas mis dudas. Siempre se mostró muy amable; contestó mis dudas. Para mí, Yamagishi era casi como mi maestro; tenía un gran respeto por él y él me quería mucho.
    Sin embargo, había un detalle que siempre me había parecido extraño de él. No comprendía por qué Yamagishi había reprobado cuatros veces el examen nacional de abogacía. ¿Por qué no lo había logrado teniendo esas cualidades intelectuales? Hasta donde yo sabía, otros menos brillantes lo habían pasado sin ningún problema. Por supuesto, los exámenes son una especie de volado, no siempre los pasan los más capaces. Pero repetir el mismo fracaso no solamente una o dos, sino tres o cuatro veces, no tenía explicación.
    —Mi problema es que soy muy tímido y miedoso.
    Yamagishi explicaba así la causa de sus fracasos, pero desde mi punto de vista, él no era en ningún sentido un hombre cobarde. No podía concebir que él fuese un miedoso ni se dejara influenciar por la presión de un examen. Tenía un gran porte y dominaba la terminología jurídica, cualquier examinador lo hubiera aprobado, pero simplemente no pasaba los exámenes. Era un misterio: no había otra palabra como definirlo.
    A pesar de eso, recibía una jugosa remesa y no mostraba ningún indicio de estar deprimido por sus múltiples fracasos. Estaba tranquilo y seguía viviendo en la casa de huéspedes. De hecho, hasta ese momento, me había invitado dos o tres veces a comer anguila…
  —Eres joven. Esa cena que te echaste ya la digeriste de seguro. No seas reservado. Come. Come por favor.
    Decidí tomarle la palabra y comencé a comer. Nos trajeron sake, pero ninguno de los dos tomaba, nos dedicamos solamente a comer. Mientras esperábamos nuestra segunda porción de kabayaki me dijo silenciosamente:
    —Mira, he decidido que éste es mi último año aquí. Estoy pensando regresar a mi tierra.
    Quedé anonadado. No pude contestarle de inmediato. Mientras veía su cara en silencio, Yamagishi la compuso.
    —Ya sé que es repentino. De seguro, estarás sorprendido, pero creo que ha llegado el momento de desistir y regresar. No tengo suerte. Estoy salado. La abogacía no es mi profesión.
    —Eso no es cierto.
    —Pensaba lo mismo. Me decía a mí mismo: “¡no puede ser!”. No pueden existir los fantasmas en este mundo…
    ¿Había escuchado bien? ¿Fantasmas? Hace rato había dicho lo mismo, fingí no haberlo escuchado, dijo lo siguiente:
    —Tú me dijiste que no creías en los fantasmas ¿verdad? Yo tampoco creía en ellos. De hecho, cada vez que oía esos cuentos me reía. Pero justamente, yo, quien no creía en ellos ¡Ahora mismo estoy siendo acosado por uno! Eso me ha obligado a tirar a la basura todos mis sueños. Para los que no creen como tú, estoy diciendo una estupidez, lo sé. ¡Ríete si quieres!
    No podía reírme. Si de la boca de Yamagishi había salido semejante cosa, debía haber entonces una clara evidencia que lo demostraba. ¡Pero, era imposible! En este mundo no hay fantasmas. Me quedé callado dudando de lo escuchado… Yamagishi vio en silencio uno de los focos del techo. Estábamos sentados en un cuarto amplio del segundo piso, éramos los únicos. Desde la esquina escurría solamente el frío de la noche, un frío acosador.
    Eran como las nueve de la noche. Se escuchaba el sonido del tren que pasaban frente al mesón. Abajo se escuchaba el sonido de los abanicos que se usan para airear la anguila. ¿Era mi imaginación? Parecía que el foco que estaba sobre mi cabeza se oscurecía. La sombra blanca de la flor de té, colocada en el tokonoma, se veía triste y pálida… Pero no era suficiente para recrear una ambiente de cuentos de fantasmas. Por su puesto, Yamagishi no tenía que aferrarse a esas reglas, nada más tenía que decir lo que él quisiera. Finalmente, siguió contándome.
    —No es que lo quiera decir, pero yo he estudiado muy arduo, tenía la certeza de que pasaría el examen de abogacía sin ningún problema. A lo mejor soy un vanidoso, pero creía que sí podía.
    —Claro, no cabe duda —contesté rápido—. No hay razón para que una persona como usted no pase ese examen.
     —Sin embargo, lo raro es que no lo pasé —dijo sonriendo triste—. Tú lo sabes mejor que nadie. Con ésta, es la cuarta vez que fracaso. Yo mismo me siento raro…
    —Yo pienso lo mismo. Es muy extraño. ¿Por qué será?
    —Te voy a decir la razón… Como te lo dije: “me acosa un fantasma”. ¡Es una estupidez! Lo sé. Estoy diciendo puras idioteces, pero esas es la verdad. No puedo hacer nada. No se lo había contado a nadie, pero recuerdo que la primera vez que contesté la prueba con todo mi esfuerzo. Esa mugrosa prueba. Mientras la hacía, frente a mis ojos apareció la imagen difusa de una mujer. Era imposible que estuviera en ese lugar. No podía ocurrir. Era esquelética y alta, su cabello, blanco. No sé si tenía puesto un kimono, pero veía perfectamente su cara. Pensarás que es una anciana, porque te dije que su pelo era blanco, pero su cara era pálida; tenía como treinta años. No pude calcular la edad pero su cabello era albino. La mujer estaba parada frente a mi pupitre y desde arriba fisgoneaba fijamente mi hoja de respuestas. Por alguna extraña razón, no pude escribir. Sentía que mi cabeza estaba nublada hasta el grado de no saber qué estaba escribiendo… ¿Quién será esa mujer, tú que crees?
     —Pero… —dije confundido—. ¿En el lugar donde usted hizo la prueba había muchos aspirantes, sus pupitres estaban alineados, no era así? ¿Además el examen era en el día, no?
     —Sí, en efecto así era —asintió Yamagishi—. Era el medio día y por los vidrios de las ventanas entraba el sol. En el lugar, había mucha gente sentada en fila. Ahí mismo apareció esa mujer con cabello albino. Por supuesto, los otros no la veían. Ella estaba junto a mí. Incluso, había gente que escribía sin ninguna preocupación junto a mí. Simplemente, esa mujer me estorbaba nada más que a mí. El resultado final fue que entregué una hoja de respuestas contestadas sin ningún sentido. Era todo una calamidad. Escribí cosas sin sentido, ni yo mismo entendía. Solamente un examinador ciego me daría puntos buenos. Esa fue la razón de mi primer descalabro. No me desanimé, soy un ser optimista de nacimiento: un despreocupado. Además, mi familia vivía bien allá en mi tierra, yo me la podía pasar jugando uno o dos años sin ningún problema si quería.
  —¿Pero qué piensa usted sobre esa mujer? ¿Tienen alguna teoría?
    —Yo creían que era una crisis de nervios —contestó Yamagishi.— Aun los despreocupados como yo, estudiamos antes de un examen. Además acababa de salir de la escuela. Repasaba siempre hasta las dos o tres de la noche. Me diagnostiqué neurastenia. Por lo tanto, no consideré que fuese algo raro.
  —¿Ya no ha visto más a esa mujer? —le pregunté incisivamente.
    —La historia no se acaba ahí. Ahora se pone buena… En esa época yo vivía en una casa de huéspedes en Kanda, pero como había mucho ruido, estaba con los nervios crispados, me mudé a Koishikawa cerca de la Universidad de Tokio, más al norte. Al año siguiente hice el segundo examen. El resultado fue el mismo. ¡Frente a mi escritorio estaba ella! Ésa la de cabello albino, fisgoneando fijamente mi hoja de respuestas. “¡Maldición! ¡Vino de nuevo!”, pensé pero no tuve la valentía para enfrentarla. Sentí que mis ojos se nublaban, mi cabeza igual; era como un sueño… Para no hacerte el cuento largo, fue un desastre… Yo no me desanimé a pesar de eso, eran mis nervios. Así, decidí cambiar de aires. Estuve tres meses por las playas de Shonan. No hice nada. Me sentí mucho mejor. Regresé a Tokio y me cambié de casa. Donde vivimos ahora, en la casa de las Horikawa. La más acogedora hasta ahora. Estaba feliz. Aquí sí podía estudiar y llegó el tercer examen, el del año pasado. Estaba recuperado; sabía de qué se trataba me dije: “Ahora sí podré”. Fui decidido al lugar del examen. Comencé a contestar muy bien, pero de nuevo apareció esa mujer de cabello albino. Pasó los de siempre. No te cuento más los detalles, ya sabes qué pasó. Salí de ese lugar alicaído.
    Después de escuchar una historia tan irreal, hasta yo mismo me sentí que estaba como en un sueño. En ese momento nos trajeron nuestra segunda porción de kabayaki que habíamos pedido, pero ya no tenía apetito. No es que estuviese lleno. Yamagishi tampoco probó un bocado.

III

    Era más importante seguir escuchando la continuación del relato que comer esa anguila. Así, le pregunté:
     —Entonces, ¿fueron de nuevo los nervios?
     —No lo sé —en tono bajo suspiró Yamagishi. Ante esta situación, me hizo pensar que había algo más. ¿Sabes? Yo siempre le comunicaba a mi familia los resultados de los exámenes, pero les había escondido el detalle de la mujer del cabello albino. Nadie iba a creerme y aun diciéndolo iban a pensar que me inventé todo esa historia tenebrosa; era desleal. Dije que era mi falta de estudio la causa. Solamente yo podía verla, nadie comprendería eso. Aun diciéndolo nadie me creería. Yo mismo me diagnostiqué una neurastenia. En fin… No era necesario informar sobre eso a mi familia. Por eso lo dejé muy guardado. Sin embargo, después del tercer descalabro, me dije a mí mismo: “es algo raro”. Comencé a sospechar. Por entonces, recibí una carta de mi padre. Ahí decía que regresara un momento. Él es un abogado de una ciudad llamada F, en Kyushu. Se casó y tuvo hijos muy joven. A los veintitrés años me tuvo a mí. El año pasado cumplió cincuentaidós años y tiene una buena reputación entre sus colegas. Por esa razón, yo puedo vivir como un bohemio, pero… Mi padre estaba muy enojado con mis fracasos. Así, me dijo: “Regresa lo antes posible”. Volví el fin de año pasado y estuve hasta el año nuevo… Esa parte ya la sabes. ¿Desde que regresé a Tokio has notado algún cambio en mí?
    —No, no me he percatado de nada —negué moviendo el cuello.
    —Muy bien. Aun una persona como yo, siente vergüenza. Fracasé tres veces en un examen. No tenía muchas ganas de regresar a mi tierra y ver a mi padre. ¡Soy humano! Tenía que decir una excusa. Fue en ese momento que se me salió lo de la mujer del cabello albino. Mi padre cerró los labios y se me quedó viendo profundamente y me dijo seriamente: “¿Es cierto eso?”. Le contesté que era cierto. Él se quedó callado y no me dirigió la palabra. Eso me hizo sospechar más. Viendo el comportamiento de mi padre, comprendí que había algo más detrás. No era una simple crisis de nervios. Pero ya no dijo nada. Yo tampoco lo hice. Sin embargo, dos o tres días después, me dijo: “Ya no vayas a Tokio. No tienes que hacer ese examen para ser abogado”. ¡Así, me dijo! Como no quería quedarme como un parásito le pedí que me diera una oportunidad más. Que me dejara regresar a Tokio. Si fracasaba en esta ocasión, en ese momento regresaría a mi tierra. Lo convencí aunque muy forzadamente. Regresé de nuevo a la capital. Por lo tanto, el examen de este año era mi última carta; era el momento de mostrar un poco de seriedad. Regresé con esa convicción, pero para ustedes sigo siendo el mismo bohemio.
    Yamagishi sonrió triste y siguió contando:
    —Y bueno, ya sabes, el resultado fue igual… Otra vez la mujer de cabello albino, me hizo la misma maldición. Apareció como siempre al lugar de la prueba, me estorbó. Quiero que sepas que siempre mi asiento cambia en cada examen. Pero ese ente, como si siguiera mi sombra, aparece frente a mí. No hay forma de escapar de ella, Yo creo que es un fantasma, no hay otra forma de definirlo. Estaba furioso. Este espectro me había estropeado cuatro veces mi examen. Así, decidí que por amor propio le ganaría y que el próximo año volvería hacer de nuevo el examen. Sin embargo, hace dos o tres días, recibí una carta de mi padre, la cual decía que regresara a mi tierra. Tenía que cumplir mi promesa, no podía ser un obstinado. Pero había una cosa que me asombró más, la carta de mi padre decía más o menos así:
    “Aun pasando forzadamente ese examen, si optas por la abogacía como profesión, ese trabajo solamente te traerá una infelicidad en tu vida futura. Eso pienso yo. Por esa razón, es una buena oportunidad. Decídete y regresa a casa. Busca algún otro trabajo acá. Sé que es doloroso tirar a la basura todos tus esfuerzos emprendidos hasta ahora, pero no solamente te estoy forzando a ti, yo mismo voy a pedir que me borren de la lista nacional de abogados, dejaré la profesión este año”.
     —¿Por qué dirá eso su padre? —intervine.
     —No lo sé. —contestó pensativo Yamagishi—. Pero he entendido su mensaje. Me he decidido y dejaré Tokio. A finales del año me iré de la Capital. Mi padre tiene actualmente muchos terrenos en F. A lo mejor va a plantar flores en la última etapa de su vida. Estoy pensando seriamente en ayudarlo y dedicarme a la jardinería o bien buscaré otro tipo de trabajo. Lo voy a pensar tranquilo allá en mi tierra.
    Una tristeza, una nostalgia invadieron de pronto mi cuerpo. ¡Qué triste! No importaba cuál fuese la causa, el padre dejaba su trabajo de abogado y el hijo tenía que rendirse, abandonando sus sueños para regresar a su tierra. Al escuchar solamente eso, me deprimí, pero más porque mi senpai quien tanto respetaba se iba de la capital. ¡No podía hacer nada! ¡No podía ayudarlo! En silencio baje la cabeza mientras oía lo que me contaba. En ese momento Yamagishi dijo:
    —La historia que te acabo de contar esta noche es un secreto entre tú y yo. No se lo cuentes a nadie. ¿Entiendes? Prométeme que no se lo digas ni a Okusan ni a la señorita Isako.
    Si se enterase Okusan y más Isako, se sorprendería. Me dio mucha pena de nada más imaginármelo. No era necesario entonces, contarlo. Decidí respetar la petición de Yamagishi.
     No comimos ni un bocado de la segunda porción de kabayaki, pero consideramos que no era propicio dejarlo, por eso pedimos que nos los envolvieran para llevar. Yamagishi dijo que serían un regalo para Isako. Un rastrillo para la arena, un camote y un kabayaki, Isako se iba a alegrar mucho, pero me invadió un sentimiento de tristeza al saber que había otra historia detrás.
    Una vez que salimos, sopló un viento invernal, era helado y más fuerte que antes. Caminamos a la casa de huéspedes en silencio.

IV

    Les dimos sus presentes a Isakon, estaba muy feliz. Okusan también. Para Isako fue doble la felicidad porque era Yamagishi, quien se los daba. De solamente pensarlo, me invadió un sentimiento de pena y hasta me dio tristeza. Así, solamente saludé y me fui a mi cuarto.
    En la casa de las Horikawa había varios cuartos para los inquilinos, cinco en el primer piso y dos en la planta baja. Yamagishi vivía abajo en un cuarto de seis tatamis. Por mi parte, yo vivía en el primer, en uno de la zona este, de cuatro tatamis y medio… Les dije lado este, pero créanme esa parte estaba muy cerca de la casa del vecino. Dado que la única ventana daba hacia el norte, el sol no entraba con plenitud, era muy frío. Cuando hacía mucho viento, como aquella noche, uno sentía frío con solamente escuchar como rechinaban las ventanas. No daban ganas ni de estudiar, me metí a mi cama fría, pero no puede dormirme, no podía conciliar el sueño. Era predecible que no lo pudiera hacer.
    Comencé a pensar varias veces en el contenido de la plática de esta noche:

¿Quién era esa mujer de cabello albino? Yamagishi pensaba que era un fantasma, pero como les dije, yo no podía creer que un espectro apareciera en el día con tanta gente. Eso era irreal. Además, cuando Yamagishi se lo comentó sin querer a su padre, él actuó raro. Ese comportamiento extraño indicaba que había algo más. ¡El padre sabía algo! Eso se podía deducir. Recuerden, el padre iba a dejar su trabajo como abogado y le había dicho a su hijo que desistiera de hacer el examen. Había alguna relación. Atando los cabos sueltos, deduje que todo estaba relacionado con la profesión de su padre; había un secreto en ese tipo de trabajo. Yamagishi no me reveló más detalles. A lo mejor ese secreto estaba plasmado en la última carta de su padre. Fue por eso que él desistió, eso explicaba la razón de su decisión de regresar a su tierra.

    Mi imaginación comenzó a extenderse más y más:

Considerando el tipo de trabajo del padre de Yamagishi, probablemente estaba a cargo de algún tipo de litigio. No debió ser un juicio penal, más bien uno civil. No sé si era la parte acusadora o la defensora. Lo que haya sido, el resultado de ese juicio había sido perjudicial para una señora: una de cabello albino. Ella se suicidó o bien murió en agonía. No importa, el chiste era que antes de morir maldijo al padre de Yamagishi. El espíritu de esa animadversión apareció como un fantasma en el lugar del examen e hizo sufrir al hijo de ese abogado, es decir Yamagishi. Planteándolo de esta manera, cumplía con los requisitos de un perfecto cuento de fantasmas: Pero ¿será posible que un caso tan ficticio pudiera ocurrir en la vida real? Había que admitirlo, era una cuestión imposible.

    Se me olvidaba un detalle:

Había que averiguar si esa mujer de cabello albino se aparecía solamente en los momentos cuando Yamagishi hacía su examen o bien lo hacía en cualquier lugar. Por lo que cuenta él, en su viuda cotidiana no tenía contacto con esa mujer, pero eso hay que comprobarlo muy bien.

    Al estar pensando todo eso, oí el canto de un gallo, el del expendio de arroz del vecindario.
    A la mañana siguiente, producto del viento, parecía que estábamos en invierno. Yo no había podido conciliar el sueño, por lo que sentí con mayor fuerza el frío, pero a pesar de eso desayuné apresuradamente y me fui a la escuela. Para ese momento, el viento había parado, el cielo estaba azul y despejado. Temía que algo pasara en mi ausencia; era una corazonada. Regresé de inmediato en la tarde, en la casa de las Horikawa no se notaba cambio alguno. Isako estaba trabajando como siempre. Yamagishi leía en silencio en su cuarto. Una parte de mi angustia se había desvanecido…
    Cuando Isako me trajo la cena a mi cuarto, a las seis de la tarde, era casi de noche. Ya saben en noviembre es casi de noche a esa hora. Mi pequeño cuarto lo iluminaba solamente el poste de luz
    —Hoy hace mucho frío, ¿no cree? —me dijo Isako. Observé su pálida cara, casi transparente como siempre.
    —Sí, si sigue el frío así ¡Qué invierno nos va esperar!
    Isako siempre dejaba la bandeja y la caja para cubrir la comida y salía de mi cuarto, pero esa noche se quedó frente a la puerta sentada mientras sujetaba una de sus rodillas y me dijo:
    —Señor Suda, tú regresaste ayer con el señor Yamagishi ¿verdad?
    —Sí… Bueno, claro —contesté ambiguamente. En la situación que me encontraba era algo molesto que me preguntaran sobre Yamagishi.
    —¿El señor Yamagishin te contó algo? —preguntó como si lo supiera.
    —¿Contarme algo? … ¿A qué se refiere?
    —Lo que pasa es que en estos días, el señor Yamagishi ha recibido muchos telegramas de su tierra. En este mes, por ejemplo, le llegaron tres telegramas en una semana. En ese lapso, también recibió correspondencia.
    —¿En serio? —fingí como si no supiera.
    —Creo que es algo importante… ¿Tú no sabes nada?
    —Ni idea, no sé.
    —¿El señor Yamagishi no te contó nada ayer? Según mi corazonada, creo que se va a regresar pronto a su tierra… ¿No hablaron de eso, verdad?
    Quedé sorprendido, pero como le había prometido guardar el secreto a Yamagishi, no podía contarlo inadvertidamente. Como si me hubiera leído mi mente, Isako se acercó:
    —Tú siempre estás con él. Tienes una relación muy estrecha con el señor Yamagishi. ¿Sabes algo de él verdad? No me lo escondas. ¡Dímelo, por favor!
    En otras circunstancias le hubiera contestado, pero mi respuesta podría atraer más problemas. Además, aunque vivía en la misma casa, no sabía hasta que punto había avanzado la relación entre Isako y Yamagishi, por lo que era un difícil responder. Sin embargo, tenía que cumplir mi palabra de hombre. Resistí el tormento. Fingí demencia. En ese momento, la cara de Isakon empalideció, su semblante parecía malo y dijo algo inverosímil:
    —¡Ese señor Yamagishi es una persona terrible! ¡Me da miedo!
    —¿Por qué terrible?
  —¿Te acuerdas que me trajo un kabayaki anoche? Esa cosa es… ¡Inaudita!
    De acuerdo con Isako pasó lo siguiente:
    Como era muy tarde ayer, dejó el kabayaki en una de las alacenas de la cocina para comérselo al día siguiente. En el vecindario había gran gato negro callejero. Ese felino se metió en la mañana y sin que se diera cuenta la sirvienta, se tragó una de las brochetas del kabayaki. Así, pensaron que se lo estaba comiendo en el basurero del patio trasero, pero cuando fueron lo encontrando vomitando algo. El gato estaba envenenado. Murió
    Al escuchar lo que me contaba, sentí que también era mi responsabilidad un poco y no era pertinente escabullirme de esa plática.
    —¿Está segura que el gato se envenenó con la anguila? —dije moviendo la cabeza —. ¿Las otras brochetas de anguila?
    —Me dio miedo. Lo discutí con mi madre y decidimos tirarlas todas. Rompimos el kumade, también tiramos el camote.
    —Pero nosotros comimos la anguila y véanos, estamos bien…
    —¡Es por eso que digo que esa persona es terrible! —le brillaban los ojos a Isako—. Dijo que era un presente, pero todo era una conspiración para envenenarnos. Si no fuese así, cómo te explicas que las anguilas comidas por ustedes no hayan tenido nada y las nuestras estuviesen envenenadas. ¿No se te hace raro?
    —Estoy de acuerdo con usted, es algo sumamente raro, pero … Eso es un malentendido de su parte. Esas anguilas no las compramos desde un inicio como regalo; eran las que pensábamos cenar, pero como no lo hicimos, las trajimos de regalo… Yo estuve todo el tiempo con el señor Yamagishi, pero no vi que les metiera algo. Yo doy garantía de eso. O la anguila se pudrió en la noche, o bien el gato se envenenó de otra cosa, son las explicaciones más convincentes, ni el señor Yamagishi ni yo tenemos nada que ver.
    Yo defendí detenidamente nuestra situación, pero Isako seguía sospechando y no se convenció. Lejos de eso, me fulminó con la mirada, me sentí molesto.
    —¿Por qué usted sospecha tanto del señor Yamagishi? ¡Simplemente se murió un gato! ¿Hay alguna razón más? —inquirí.,
    —Hay otras razones, sin duda.
    —¿Cuáles?
    —¡No te las voy a decir! —Isako contestó claramente. Era un comportamiento que buscaba evitar cualquier deliberación.
     Me enojé, pero no era prudente, discutir con una Isako en estado de histeria. Era una pérdida de tiempo. Decidí mejor callarme. En ese momento, escuchamos la voz de la Okusan proveniente desde abajo, Isako se retiró en silencio.
    Mientras comía solo, pensé:

A diferencia del asunto del fantasma, lo del veneno, debe ser cierto… No solamente Isako sino también Okusan piensan lo mismo, por el bien de Yamagishi era mi deber resolver ese embrollo.

   Pero mi duda era ahora: “¿Sabrá todo el alboroto que se ha armado?”. Era necesario indagar primero eso, cené y bajé de inmediato y me dirigí al cuarto de Yamagishi para preguntarle, pero no lo encontré. Había cenado y se había ido a pasear a algún lugar.
    Mi cabeza estaba echa un desastre. No tenía ganas de subir al primer piso, a mi cuarto. Salí de la casa y en ese momento Okusan me vio y me persiguió.
    —Señor Suda, Señor Suda.
     Al escuchar que me llamaban, paré a treinta metros. En la calle había un buzón rojo, estaba parado ahí como si tuviera frío. Me quedé esperándola, Okusan vino corriendo sin mucha velocidad. Vio que no había nadie y en voz baja me preguntó:
    —Oiga… Isako… ¿Le dijo algo?
    No sabía que responder, me quedé pensando en la forma como lo haría, pero fue Okusan quien dijo:
    —¿Isako no le preguntó sobre las anguilas?
    —Si lo hizo —contesté decidido—. Algo de un gato negro que murió por comer la anguila de ayer…
    —El gato murió. Eso es cierto, pero… Isako sospecha sin fundamento. Estoy muy preocupada.
    —¡Caray, sus sospechas no tienen fundamento! ¡El señor Yamagishi no haría una cosa tan estúpida!
    Mi voz sonaba tan alterada que Okusan quedó anonadada, pero volvió a ver hacia atrás y me susurró:
    —No sé si usted lo sepa, pero en estos días han llegado muchos telegramas y cartas de la tierra del señor Yamagishi. Cada vez que pasa eso, mi hija le afecta. Ha comenzado a decirme que se va a regresar a su pueblo…
    —Suponiendo que el señor Yamagishi se regrese ¿Qué hay con eso? ¿la señorita Isako está comprometido con él? —pregunté ya sin ningún respeto.
    Okusan mostró una cara de malestar, no podía responder y se quedó un momento callada. Al observar su comportamiento, era como lo temíamos todos los inquilinos; había algo entre Yamagishi e Isako. Además, era claro, Okusan había dado su consentimiento. 
    —Ya sabe que el señor Yamagishi es una persona así. Aun en el caso de que regrese a su tierra, no creo que lo haga de súbito sin decir eso. Les explicaría a ustedes. Todo se puede arreglar de una manera armónica. No es necesario preocuparse tanto. No importa lo que diga la señorita Isako. Él no tiene ni vela ni entierro en el asunto de la anguila.
    Le expliqué de nuevo lo que le dije a Isako, Okusan comprendió y asintió.
    —Entonces eso fue. Lo que usted dice es verdad. El señor Yamagishi no pudo haber hecho una cosa tan semejante. Yo entiendo eso, pero Isako, aunque no es su personalidad, ella es muy tranquila, pero en estos día ha sospechado de él…
    —¿No será un ataque de histeria?
  —¿Será? —dijo Oku-san, su cara estaba afligida y alzó una ceja.
    Yo me sentía un poco indignado, pero al ver la cara de preocupación de Okusan, quien siempre había sido tan tranquila y tan buena conmigo, sentí una gran pena. Quería consolarla. En ese momento, el cartero vino a recoger la correspondencia y tuvimos que alejarnos de ahí.
    Cuando volteamos, Isako estaba parada a lo lejos, en la puerta de la casa, nos observaba, pero no la distinguimos bien, la luz del faro era muy tenue. Nos espantamos un poco. Isako se dio cuenta que la habíamos hallado y se escondió como si despareciera

V

    Me despedí de Okusan y caminé rumbo hacia la calle, hacia Kojimachi. En ese momento, un coche pasó mientras caminaba. Todo a mi alrededor estaba obscuro, pero los focos delanteros eran tenues. Pensé que era lago raro. Cuando pasó junto a mí vi de reojo quién iba adentro. Era una señora. Parecía tener el cabello blanco. Me dieron escalofríos, quedé parado, el coche pasó como el viento, se dirigió no sé a dónde, desapareció. No me acuerdo.
    Probablemente, era una alucinación mía. Tenía que serlo. Yamagishi me había contado mucho sobre el fantasma: aquella mujer de cabello albino. Por eso, pensé que la persona que iba en ese coche era ella. Suponiendo que tuviera el cabello albino, en este mundo hay muchas ancianas con canas. Simplemente tenía el pelo blanco y no era la mujer quien estaba atormentando a Yamagishi. Era absurdo concluir que fuese la misma persona. Independientemente de eso, era una tontería estar preguntándome, algo como eso, pero de todos modos se me hizo una situación tétrica. Me hizo sentir miedo.
    —Ja, ja. Soy un miedoso. Eres un cobarde.
    Dije y me ridiculicé a mí mismo. Caminé con las piernas abiertas y me fui por el camino luminoso, por donde pasaba el tren. No soplaba como ayer, pero hacía mucho frío. Llegué sin ningún problema a Yotsuya Mitsuke, pero los pasos fueron rápidos. No traía puesto ni un gorro ni un abrigo, sentía que el viento se impregnaba en mi cuerpo, pero mi preocupación era que pasara algo siniestro en mi ausencia. Mis pasos se hicieron más rápidos conforme llegaba a la casa; pasé la calle trasera. La luz de la luna alumbraba la escarcha, en algún lugar de esa ciudad luminosa un perro ladraba desde lo lejos.
    Pasé la puerta de la casa de las Horikawa, quedé sorprendido. Mientras yo daba la vuelta a todo Yotsuya Mitsuke, Isako había ingerido un veneno o un medicamento fuerte. Estaba muerta. Yamagishi no había regresado todavía. Ella entró al cuarto de él y se quitó la vida ahí. Había una carta en el cinturón de su kimono. Estaba dirigida a su madre: “Fui asesinada por un hombre llamado Yamagishi”.
    Decía solamente esas palabras. Okusan quedó espantada. Su hija había ingerido veneno para suicidarse y no podía dejarla así. Cuando yo llegué, estaba justamente la policía y los peritos, investigando el lugar en donde había ocurrido el siniestro.
    La sirvienta les había soltado lo del gato muerto. Yo también fui interrogado. En ese momento regresó Yamagishi. Lo arrestaron. Isako se había suicidado, pero aún no se había esclarecido el caso del gato. Además, en un papel decía: “Fui asesinada por un hombre llamado Yamagishi”. Era entendible que lo hicieran.
    Dicen que Yamagishi negó su relación con Isako, mientras lo interrogaban:
    —Fue solamente una vez. En el comienzo del verano de este año. Yo estaba tomando un paseo frente de los cerezos de la embajada inglesa. Quería refrescarme. La señorita Isako me estaba siguiendo desde atrás, me percaté y la invité a caminar; luego hablamos juntos como una hora; estuvimos solamente hablando. En ese momento me preguntó: “Por qué no se ha casado? Yo le contesté sonriendo: “Nadie se casaría con un hombre que no pasa el examen de abogacía, año tras año”. Ella insistió: “Pero supongamos que hubiese alguien quien lo quisiera hacer. ¿Se casaría?” Yo contesté: “Si hubiese una persona tan amable lo haría con mucho gusto”. Eso es lo que me acuerdo. Fue solamente eso. Después de eso, la señorita Isako no me dijo nada. Yo tampoco dije más.
    Okusan lo constató:
    —Yo sabía más o menos que mi hija estaba enamorada del señor Yamagishi. De ser posible, quería cumplir ese deseo, pero no creo que haya habido una relación amorosa entre los dos.
    Analizando sus declaraciones: “Simplemente, Isako se había puesto triste al darse cuenta de que Yamagishi se preparaba para partir a su tierra. Era un desamor y eso la llevó a suicidarse”No había otra explicación. La que mató al gato fue ella misma. Quería probar el efecto del veneno y lo puso adrede en la anguila. Eso es lo que se especulaba. Le hicieron una autopsia al gato. El veneno era el mismo que había ingerido Isako.
    Lo que no había quedado claro era por qué Isako dejó como prueba al gato muerto y acusó a Yamagishi de querer envenenarla a ella y a su madre. A lo mejor era una reacción de su ataque de histeria, producto del desamor. No había que tenerlo en consideración.
    De este modo, Yamagishi fue absuelto. No hubo más escándalo y todo se solucionó de manera normal. Pero había un detalle que seguía siendo un misterio: el cabello del cadáver de Isako se tornó blanco de manera natural. Cuando la metieron al féretro tenía el cabello albino, parecía una anciana. Probablemente fue producto del veneno que ingirió, dicen algunos, pero en el momento del velorio, Okusan había contado lo siguiente:
    —Esa noche. Después de que me despedí del señor Suda y regresé a la casa, no vi dónde estaba Isako. Acababa de entrar, no podía imaginarme dónde se había metido. Me senté frente a la estufa de la estancia, en ese momento escuché que un coche se paraba frente a la esquina. Pensé que alguien había venido. Salí sigilosamente a ver quién era. Pero no había ningún rastro de un coche. Me dije a mi misma. “¿Qué raro?” Busqué en los alrededores y fue cuando la sirvienta llegó corriendo diciendo: “¡Qué calamidad! ¡Qué calamidad!”. Regresé a la casa asustada. Isako estaba tirada en el cuarto de Yamagishi-san”.
     Las demás personas estaban escuchando en silencio. Yamagishi también. Yo era el único que no podía estar sin decir nada. ¡Eso pensé! Estuve a punto de decir: “Ese coche…”. Pero me abstuve. Consideré que no era pertinente decirlo frente a Okusan, quien no sabía nada.
    Al día siguiente, después de que terminó el funeral, Yamagishi tomó el tren nocturno, regresaba a su tierra. Yo lo acompañé hasta la estación de Tokio. Era una noche sin estrellas, me acuerdo que era obscura y fría. Mientras aguardábamos en el cuarto de espera, le conté rápidamente el incidente del coche. Yamagishi asintió y le pregunté:
     —¿Usted veía solamente a esa mujer de cabello albino en el lugar del examen? ¿Dígame, no la veía también en otros lugares?
     —Desde que comencé a vivir en la casa de las Horikawa la veía a menudo —contestó sin titubear—. Ahora te lo puedo decir sin ocultártelo, pero la cara de ese fantasma, ese demonio de cabello albino, era muy similar a la de la señorita Isako. Me dijeron que después de que murió, su cabello se le volvió blanco, pero te lo voy a confesar solamente a ti… Para mí siempre tuvo de ese color: albino.
    Quedé inmóvil… Me dieron escalofríos. Justo en ese momento sonó la campana anunciando la salida del tren.


Hakuhatsuki (白髪鬼) fue publicado en agosto de 1928 en la revista Bungekurabu (文藝倶樂部).





Takiji Kobayashi

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Kanikosen (1929)






                               Trailer de la película basada en la novela "Kanikosen" por Hiroyuki Tanaka


Reseña del libro por Guillermo Saccomanno


Vamos hacia el infierno

Publicada en 1929 y con el martirio de su autor a cuestas, la novela breve Kanikosen se ha convertido en un exitoso fetiche en el Japón y ahora, en 2010, en diversos países de Europa, España incluida, donde acaba de aparecer. Asesinado por la policía en 1933, Takiji Kobayashi había narrado el infierno chico y concentrado de un pesquero japonés en viaje a la península de Kamchatka. ¿Resurgir de la literatura proletaria? ¿Identificación de los jóvenes, víctimas de las sucesivas crisis económicas, con el destino de esos lejanos jóvenes sometidos a bordo? Lo cierto es que este relato de unos seres que van a la deriva hacia el infierno superó ampliamente el género de las aventuras marítimas.
“Vamos hacia el infierno”, dice uno de los pescadores a bordo del cangrejero Hakku Maru, un maltrecho, hediondo y siniestro buque factoría que zarpa desde Japón con destino a la siberiana península de Kamchatka, custodiados por un destructor. Después de esta primera frase hay que sostener un relato. Pero a Takiji Kobayashi le sobran dotes y pasión (confluencia no siempre habitual) y consigue en menos de 150 páginas un relato de explotación y horror cuya tensión no afloja desde la primera línea. Entre otras razones, porque la promesa de ir hacia el infierno se cumple inexorablemente. ¿Qué barco es el Hakku Maru? “Uno de esos barcos lisiados con honor en la guerra ruso-japonesa, barcos hospitales o cargueros tirados como si fueran entrañas de pescado con una silueta fantasmagórica.” Su tripulación también es fantasmagórica. Y las tragedias que debe atravesar espeluznan cuando se repara que esta novela tiene más base de crónica que de ficción.
La tensión que produce la lectura de Kanikosen exige que, al comentarla uno tiente alguna distancia, ser ligeramente crítico y, mediante una supuesta objetividad, argumentar por qué esta novela, no más larga que Humillados y ofendidos de Dostoievski, contundente como Hambre del noruego de Knut Hamsun, lo vuelve a uno, desde el comienzo, lector incondicional. Su potencia es tanta en su tiempo como hoy. Especialmente en Japón, donde se ha convertido en un auténtico fenómeno. Tiene una explicación obvia: los jóvenes nipones obligados a trabajar contratos temporales en situaciones concentracionarias con salarios bajos, temerosos de perder su empleo, en la crisis económica, se identifican con esta “ficción” impiadosa sobre los pesqueros del pasado. Sus lectores: 1.600.000 ejemplares. Es sabido: no es la cantidad de lectores que comprende un boom lo que garantiza la calidad de un relato. Excepcionalmente, en este caso, lo masivo y la calidad van juntas.
Allí donde el capitalismo hace crac, Kanikosen reactualiza su fuerza. Y, por qué no decirlo, ese vigor narrativo es también un mensaje. El impacto Kanikosen alcanzó recientemente, además de Estados Unidos y el Reino Unido, también la ahora debilitada España, donde termina de publicarse por vez primera. Entonces, todo esfuerzo de objetividad con Kanikosen es necio. Si un prodigio ostenta esta novela tan corta como desesperada es anular, desde el principio, la impasibilidad. Publicada originalmente en 1929, en 2008, en el aniversario de la muerte de su autor, se convirtió en un best seller imprevisible. 600.000 ejemplares publicados de la novela, 200.000 en su edición manga. Para tener en cuenta, sus dos adaptaciones cinematográficas: en 1953, por So Yamamura y en 2009 por Sabu, director de culto de las nuevas generaciones de cinéfilos.
Kanikosen refiere una historia siniestra y despellejada. El Hakku Maru contiene entre sus cuatrocientos tripulantes, pescadores veteranos y brutales en su mayoría, apestando a sake, muertos de hambre empujados a esta faena por la necesidad, y también numerosos estudiantes pobres y chicos inexpertos que irán padeciendo los rigores del terror y la vejación. Porque a bordo, extrañando una mujer, los chicos son el consuelo sexual de estos hombres animalizados que provienen del campo, de las minas, de las fábricas. Están condenados a jornadas sin descanso. También, a todos sin excepción, los amenazan el castigo y la enfermedad. Violencia desquiciada, mentes aturdidas. La paliza y el encierro en un retrete en caso de desobediencia. El beri beri como consecuencia del debilitamiento extremo. Por la noche el patrón, alumbrándose con una linterna, armado con un garrote, avanza entre las cuchetas, aparta las cabezas como calabazas. Nadie despierta así lo pateen. El patrón, se dan cuenta los sometidos, sabe de los límites de su resistencia. “Fíjate en La casa de los muertos de Dostoievski”, le dice un estudiante a un compañero de desgracia. “Si lo piensas, ahora que conoces esto, no parece nada del otro mundo”.
El cangrejero enfrenta tormentas que pueden hundirlo. Mientras las olas barren su cubierta, si algún otro cangrejero naufraga cerca el Hakku Maru no le prestará ayuda. Algunos de estos explotados, al lanzarse en un bote al mar tormentoso, habrán de conocer en tierra el pueblo ruso y sabrán de la Revolución. El motín está en ciernes. Como también lo está la represión de la armada. Hasta acá, todos los elementos de una novela proletaria jugada al extremo, que en momentos brevísimos condesciende con la bajada de línea mecánica, pero de inmediato se aparta del panfleto y se concentra en su obsesión: describir, sin tregua, la explotación como un descenso al infierno.
Puestos a buscarle filiaciones, influencias y también una genealogía, habría que situar Kanikosen en un arco que comprende al Víctor Hugo de Los trabajadores del mar y al Joseph Conrad de Tifón, pero más cerca, como hermano de sangre está London. Un dato: Kanikosen fue comparada con La jungla, novela de Upton Sinclair, que narra la explotación de los obreros de la carne. Desde una óptica cool de lectores sushi podría leerse Kanikosen como relato de aventuras marinas, pero quien se incline a su lectura con esta intención pronto resultará chasqueado por una historia cuya turbulencia remitirá, como a los jóvenes japoneses de hoy, a una realidad concreta que los sobrepasa. Novela coral, no hay personajes que se sobreimpriman unos a otros. Apenas maniquea, en su crudeza legitima la polaridad en función de un planteo clasista que viene a cobrar vigencia en un tiempo donde el trabajo se vuelve otra vez tema literario. Sin duda, Kanikosen no es una lectura que se preste a la fruición de la pelusa en el ombligo. Lo que viene a plantear qué sentido tiene escribir y para qué sirve la literatura.
¿Vuelta de la novela proletaria?, cabe preguntarse. La respuesta está en la misma novela. Y en la vida de su autor. Hija de la necesidad, Kanikosen es la novela de un iracundo que supo narrar con frialdad una temática que se pensaba agotada. La sucinta biografía de Kobayashi informa que nació en Odate, Akita, en 1903 y creció en Otaru, Hokkaido. En su época de estudiante integró el comité de redacción de una revista y publicó sus primeros relatos. Después de graduarse en estudios de comercio fue empleado bancario. Apretado por la estrechez económica, durante la recesión se afilió al proscripto Partido Comunista y se dedicó a compartir la militancia con la escritura. Al publicarse Kanikosen Kobayashi ganó una popularidad instantánea que llamó la atención de la policía. La novela pronto tuvo una adaptación teatral con el título Al norte de los 50 de latitud norte. El joven Kobayashi publicó después un ensayo, El terrateniente, que motivó su despido del banco. Vigilado por la policía, fue arrestado bajo la acusación de financiar el PC. Fue dejado en libertad por un tiempo corto. Dos años después fue detenido nuevamente. Consiguió salir con una fianza. Pero en 1933 intervino clandestino en una reunión del PC y, alcahueteado por un espía, fue arrestado otra vez. Desnudo, expuesto al frío del invierno, fue apaleado. Cuando la policía lo entregó a un hospital a las 7.45 del día siguiente estaba muerto. Había fallecido de un ataque al corazón, declaró la policía. Los hospitales, por miedo, rehusaron hacer su autopsia. Una nota incluida por su editor estadounidense en su primera edición en lengua inglesa apenas meses después de su asesinato informa que “en su cuello había moretones causados por una cuerda afilada. En las muñecas, una de las cuales estaba rota, quedaban las marcas de las esposas. Toda la espalda abrasada y, desde las rodillas a las ingles, la carne estaba hinchada y púrpura a causa de las hemorragias internas. Aún después de matarlo, la policía no quedó satisfecha y arrestó a más de trescientas personas que intentaron velar su ataúd y devolvieron todas las coronas fúnebres, hasta la que envió la federación de escritores. Inmediatamente los camaradas organizaron un gran funeral de trabajadores y campesinos para honrarle. Eligieron el 15 de marzo, el quinto aniversario del primer gran arresto de comunistas, una historia que Takiji Kobayashi había glosado en uno de sus relatos. Ese día la policía prohibió la representación teatral de su cuento ‘La aldea de Numajari’, deteniendo a todos los actores. A pesar de que la policía estaba movilizada para evitar que hubiera protestas y las masas se rebelaran, los trabajadores y los estudiantes de todos los grandes centros urbanos salieron a la calle y manifestaron repartiendo folletos que denunciaban el crimen”.





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