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Lagartija (1993)




http://www.mediafire.com/file/b7hy4f6lyow5kw0/yoshi-lagar.epub

Banana Yoshimoto: la escritora japonesa que le hace sombra a Murakami

La nostalgia te ayuda a vivir el presente", reflexiona Banana Yoshimoto (Tokio, 1964), la escritora japonesa que debe su nombre de mentira a la belleza andrógina de las flores del banano. Mahoko, tal como la bautizó su padre, el poeta y crítico literario Takaaki Yoshimoto (apodado Ryumei, destino de dragón), es considerada junto a Haruki Murakami una de las voces actuales más importantes de la literatura nipona. La novelista y ensayista irrumpió en el universo de las letras en 1987 con Kitchen, un relato sobre el duelo, soledades y relaciones, que rápidamente se transformó en un fenómeno de ventas. Remisa a conceder entrevistas, Banana responde cada una de las preguntas a través de un e-mail. Lo hace de manera concisa, racional, lejos de esos matices y ensoñaciones en los que suele sumergirnos en cada una de sus historias. Relatos de aparente sencillez e inocencia en los que predomina el existencialismo urbanista teñido de una minuciosa nostalgia.
La reciente aparición en castellano del libro de relatos Lagartija (TusQuets) resulta la excusa perfecta para indagar en el universo de Yoshimoto, intimista, trágico que se mueve entre los sueños, la realidad y los silencios
"En mi juventud, cuando escribí estas historias siempre buscaba llegar a conclusiones. Después, con el paso de los años -escribe la autora en la edición española-, he aprendido a disfrutar nadando en un mundo donde esas conclusiones no existen. Supongo que me he vuelto más fuerte".


-El paso del tiempo, aquel que describe como "inexorable como las ramas de un sauce.", la ha hecho más fuerte, no obstante la vejez aparece como un temor. ¿Le teme?
-No, no le temo a la vejez. Cuantos más años tengo, más fácil me resulta todo. Creo que tenía más miedos cuando era joven.
-Sin embargo, en sus relatos los mayores suelen aparecer como meras ausencias, recuerdos, sombras.
-He escrito muchas obras en las que los mayores tienen papeles más relevantes, lo que ocurre es que la mayoría aún no se ha traducido al castellano.
-El miedo es una constante en su obra. ¿Qué genera en usted?
-Los adultos estamos acostumbrados a desdibujar nuestros miedos. Yo temo a que mis seres queridos se mueran. Pero también me impone la idea de mi propia muerte. El paso del tiempo y el hecho de vivir dentro de él me producen una descarga de adrenalina, como si surfeara cada día.
-Tengo entendido que desde muy pequeña, ya a los 5 años, escribía sobre la muerte. ¿Qué reflexión se permite?
-Siento que la muerte está muy presente en la vida. El hecho de vivir día tras días es algo enigmático.
-Imagino, desde un lugar común, que su forma de mirar el mundo cambió cuando fue madre. ¿Cuánto mutó la escritora?
-Ya no mato a los personajes con tanta facilidad como antes. Además, para mí antes la literatura lo era todo. Ahora le doy más valor a la vida.
-Usted misma es conocida por ser una mujer independiente y suele escribir acerca de mujeres poco convencionales, capaces de debatirse entre la tradición y los cambios por los que transita el Japón actual. ¿Cómo enfrenta la necesidad de romper con la fantasía de la fémina oriental?
-Creo que se resume a un problema entre individuos.
-Y las escritoras, ¿qué lugar ocupan hoy en Japón?
-Cada escritora actúa en su campo de acción, sin dejarse arrastrar por los hábitos.
-¿Se permiten hablar de feminismo? ¿A usted le interesa?
-Me siento muy identificada con cierta parte del feminismo, pero hay otra que me cuesta entender.
-La ambigüedad de género, escapar de los estereotipos masculinos y femeninos, es otra de las constantes en sus relatos. ¿Por qué?
-Creo que se debe a que yo misma nunca me he sentido cómoda en situaciones en las que te definen categóricamente como mujer. Me interesan más las personas en tanto que seres humanos, independientemente de su sexo.

Fuente: AFP

-A la hora de construir la psicología de los personajes, de imaginar ese viaje introspectivo al que suele sumergirnos, ¿se pregunta qué haría usted si le pasara lo mismo? ¿El resultado final se adapta a lo que usted haría o los lleva a hacer lo contrario?
-En general pienso del mismo modo que los personajes, pero ellos a veces toman caminos que yo nunca elegiría. Cuando eso ocurre, me resulta muy duro narrarlo. Es como si los entrevistara y pusiera por escrito lo que me cuentan en forma de relato o novela.
-En una oportunidad comentó que le gusta que la lean lectores jóvenes. ¿Por qué? ¿Está relacionado con la fatiga de la juventud contemporánea a la que hace referencia en sus textos?
-Porque creo que obras como las mías sirven de sostén en el día a día a jóvenes con una gran sensibilidad. Yo misma encontré apoyo en muchas obras y por eso me interesan particularmente los jóvenes.
-¿Qué es lo que más le llama la atención de la brecha generacional en Japón? ¿La comunicación? ¿La soledad?
-La brecha económica es tan grande que me preocupa. No es algo meramente generacional, pero están surgiendo muchos problemas vinculados con la pobreza entre la juventud y en familias jóvenes. En cuanto a problemas de índole generacional, me preocupa que algunos adultos estén inventando artimañas para engañar a los jóvenes y enriquecerse a costa de ellos.
-En sus escritos plantea una relación de amor-odio con la vida que se lleva en Tokio. Los relatos que integran Lagartija no escapan de este entretejido. ¿La ama o la odia?
-Ambas. Yo nací y me crie en Tokio, así que es mi tierra natal y me encanta. Me resulta muy divertido y cómodo vivir en ella porque hay muchísimas cosas concentradas en un radio muy pequeño.
-Tuvo la oportunidad de viajar, de recorrer buena parte del mundo y así tomar contacto con otras culturas. Muchas de estas experiencias las plasmó en distintos ensayos. ¿Este viajar influyó en su manera de indagar y develar la identidad japonesa?
-A raíz de esos viajes descubrí que lo que en Japón se considera de sentido común puede resultar muy limitador. Todo está decidido de antemano, hasta detalles nimios como puede ser la ropa que una se pone cuando va al colegio de sus hijos para una reunión. Hay muchas cosas que en Japón se dan por sentado, pero que en realidad no son tan obvias como parecen. Por ejemplo, comer sujetando el bol de arroz o sopa entre las manos es normal en Japón, pero en Corea se considera de mala educación. Descubrir esa clase de cosas me ha dado cierto alivio.
-En los 80 hubo un punto de inflexión en la literatura japonesa. Se buscó que la novela tuviera una proyección internacional. Momentos recientes, como el terremoto, el atentado del gas sarín y el tsunami, ¿le permitieron ofrecer una mirada más personal de la identidad nipona?
-El mito del país seguro se derrumbó y así se ha quedado. A raíz de ello, la gente empezó a ansiar la paz, pero las circunstancias no son favorables. En cuanto a la proyección internacional, creo que es Internet la que la ha traído.
-Usted de alguna manera ha tocado ciertos temas políticos, pero no de forma directa. ¿Le interesa explorar este terreno?
-Considero que es mejor que los novelistas no hablen de política, porque en muchos casos lo hacen sin suficientes conocimientos.
-En su obra suele hacer referencia a la comida, como un momento en el que busca atrapar la humanidad de sus personajes.
-No me sentiría cómoda describiendo a personas que no comen, porque sería como si no estuviesen vivas.
-¿Y el sueño? ¿Qué le atrae de transitar esa frontera entre la realidad, el delirio y lo onírico?
-Prácticamente nunca he delirado, pero los sueños me divierten porque en ellos una puede conducirse con total libertad.
-Los espíritus, los fantasmas suelen conectar lo real con lo que no lo es. ¿Ha tenido una experiencia de este tipo?
-No puedo decir que sí ni que no. De todos modos creo que las historias se vuelven mucho más profundas cuando se parte del supuesto de que están ahí, porque le permite a una escribir textos de tipo contemplativo.
-¿Qué lugar ocupa actualmente la religión en su vida?
-Profeso el sintoísmo y soy devota de un santuario en concreto.
-El clima también ejerce una gran influencia en el comportamiento de sus personajes.
-Creo que si soy tan cuidadosa con los pequeños detalles cuando estoy en Japón, quizá sea por ese clima tan sutil. Preocuparme por las pequeñas cosas se vuelve algo natural. Cuando salgo al extranjero, pienso: "¿Para qué me preocupo tanto, si al fin y al cabo las cosas acaban saliendo?". Otro aspecto que me preocupa del clima en Japón es que el queso se enmohece enseguida.
-En la Argentina siempre hubo un sincero interés por el cine y la literatura japonesa. Hoy, además es uno de los destinos más buscados. ¿Cuál cree que es la fascinación que despierta su país?
-Puede que la gente lo vea como un sitio muy lejano y exótico. Los japoneses también han suspirado desde siempre por las Cataratas del Iguazú y el tango.
-Tuvo oportunidad de conocer la Argentina y tomó contacto con las Madres de Plaza de Mayo ¿Qué recuerda de aquella visita y de aquel encuentro?
-Sí, las conocí. Fue una experiencia que jamás olvidaré. Me impactó su pasión, pero también la cantidad de historias terribles que me contaron. El otro día vi una película chilena que se llama El botón de Nácar [documental de Patricio Guzmán que ganó el Oso de Plata al Mejor Guion, en el Festival Internacional de Cine de Berlín 2015]. Me impresionó tanto como la argentina La noche de los lápices.
-Escribió una novela titulada Argentine Hag [aún sin traducción en castellano] que tiene como protagonista a una mujer fascinada por el tango a la que llaman la bruja argentina. ¿Cómo nació esta historia?
-Escribí esa obra a raíz de mi viaje a la Argentina. No entiendo mucho de tango, pero nunca olvidaré el ambiente que se respiraba en la calle.
-Entre sus autores favoritos se encuentra Gabriel García Márquez. ¿Qué la atrajo del escritor colombiano?
-Me llama la curiosidad que en sus obras aparezcan muchas escenas que en Japón resultan inconcebibles.
-¿Leyó a algún otro autor latinoamericano?
-He leído bastantes obras de la escritora chilena Isabel Allende y me llama la atención por el mismo motivo.
-¿Y argentino?
-No recuerdo, puede que no haya leído ningún libro de un autor argentino.
-¿Cómo le gustaría que sus lectores la recuerden?
-No por mi nombre, sino que recuerden pasajes de mis obras como si fueran evocaciones de su propia vida.
-En el epílogo de Lagartija confiesa que esa misma noche, en el que lo escribió, iba a ir a un concierto de Sonic Youth. ¿Qué tal estuvo?
-Fue fantástico. Kim Gordon [la bajista] me apasiona.

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