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Channel: Literatura Japonesa
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Eduardo Galeno y Japón

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Hokusai, el más famoso artista de toda la historia del Japón, decía que su país era tierra flotante. Con lacónica elegancia, él supo verla y ofrecerla.
Había nacido llamándose Kawamura Tokitaro y murió llamándose Fujiwara litsu. En el camino, cambió de nombre y apellido treinta veces, por sus treinta renacimientos en el arte o en la vida, y noventa y tres veces se mudó de casa.
Nunca salió de pobre, aunque trabajando desde el amanecer hasta la noche creó nada menos que treinta mil pinturas y grabados.
Sobre su obra, escribió:
De todo lo que dibujé antes de mis setenta años, no hay nada que valga la pena. A la edad de setenta y dos, finalmente he aprendido algo sobre la verdadera calidad de los pájaros, animales, insectos y peces, y sobre la vital naturaleza de las hierbas y los árboles. Cuando tenga cien años, seré maravilloso.
De los noventa no pasó.
A mediados del siglo diecinueve, amenazado por los buques de guerra que apuntaban contra sus costas, el Japón aceptó tratados inaceptables.
Contra esas humillaciones, impuestas por las potencias occidentales, nació el Japón moderno.
Un nuevo emperador inauguró la era Meiji, y el estado japonés, encarnado en su sagrada figura,
creó y protegió fábricas, de propiedad pública, que desarrollaron sesenta sectores de la actividad industrial,contrató técnicos europeos que adiestraron a los técnicos japoneses y los pusieron al día,fundó una red pública de trenes y telégrafos,nacionalizó la tierra de los señores feudales,organizó un ejército nuevo, que derrotó a los samuráis y los obligó a mudar de oficio,impuso la enseñanza pública gratuita y obligatoria y multiplicó los astilleros y los bancos.
Fukuzama Yukichi, que fundó la universidad más importante de la era Meiji, resumió así ese programa de gobierno:
Ningún país debería tener miedo de defender su libertad contra toda interferencia, aunque el mundo entero sea hostil.

Y así Japón pudo anular los tratados maltratantes que le habían sido impuestos, y el país humillado se convirtió en 
potencia humillante. 
Bien lo supieron, más temprano que tarde, China, Corea y otros vecinos.

Cuando la era Meiji estaba dando sus primeros pasos, Ulises Grant, presidente de los Estados Unidos, visitó al emperador del Japón.
Grant le aconsejó que no cayera en la trampa de la banca británica, porque no es por pura generosidad que a ciertas naciones les gusta mucho prestar dinero, y lo felicitó por su política proteccionista.
Antes de las elecciones que lo hicieron presidente, Grant había sido el general triunfante en la guerra que el norte industrial ganó contra el sur de las grandes plantaciones, y bien sabía él que las tarifas aduaneras habían sido una razón de guerra tan importante como la esclavitud. El sur había demorado cuatro años y seiscientos mil muertos en enterarse de que los Estados Unidos habían roto sus lazos de servidumbre colonial ante Inglaterra.
Ya siendo presidente, Grant había respondido así a las continuas presiones británicas:
 —Dentro de doscientos años, cuando hayamos obtenido del proteccionismo todo lo que nos puede ofrecer, también nosotros adoptaremos la libertad de comercio.
Así pues, en el año 2075, la nación más proteccionista del mundo adoptará la libertad de comercio.



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